Un viaje por diferentes momentos de la música del Romanticismo y toda una lección de virtuosismo es la esencia del concierto que hoy interpretarán el pianista Albert Guinovart y la flautista Elisabeth Franch, en el Teatre Principal de Valls (20 horas). La cita musical forma parte de la temporada de los Amics de la Música de Valls.
La actuación comenzará con Quatre preludis de llum, del también compositor Albert Guinovart, que se inspiró en las cuatro luminosidades mediterráneas (‘Llum de matinada’; ‘Llum de migdia’; ‘Llum de tarda’; y ‘Llum de capvespre’) para crear la partitura. «Cuando compones va bien inspirarse en alguna idea, así que pensé en la luz en el transcurso de los diferentes momentos del día; por ello, no es una música descriptiva, sino sugerente», explica el compositor, quien rememora que «originalmente, compuse la obra para piano y trompeta, y viendo el éxito que tuvo hice la adaptación para piano y flauta».
Por su parte, la flautista Elisabeth Franch valora que «compartir el escenario con el compositor y a la vez intérprete es muy especial, lo que hace que disfrutes de la obra de otra manera».
Tras este primer ‘rayo de luz’, el concierto se trasladará a Francia de la mano de la compositora Cécile Chaminade (1857-1944) y Sérénade aux étoiles (Serenata a las estrellas), para después interpretar Sonata (‘Allegro malincolico’, ‘Cantilena’ y ‘Presto giocoso’) del también francés Francis Poulenc (1899-1963).
El itinerario musical por el Romanticismo seguirá de la mano de compositores rusos, «tales como Nikolái Rimski-Kórsakov (1844-1908) y su Chanson Arabe de Sheherazade, y Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) y su Aria de Lenski de la ópera Eugène Oneguin, en alternancia con el compositor Camile Saint-Säens y la conocida Introduction et Rondo capriccioso».
De esta última partitura, Elisabeth Franch rememora que «fue compuesta para el prodigio del violín Pablo de Sarasate, por lo que la partitura destaca por su virtuosismo, lo que permite demostrar las capacidades técnicas de la flauta, aunque la obra es original para violín». En esta misma línea, la flautista describe que «es una obra que empieza muy lenta, en una demostración del color y del timbre del instrumento, para después desenfrenarse; es muy exigente a nivel técnico, por lo que requiere una coordinación precisa de los dedos, la respiración y el estado físico».
Así, aunque Elisabeth Franch ha interpretado la pieza en innumerables ocasiones e incluso la ha grabado en un disco, el nivel de exigencia es muy alto. «En cada concierto, la preparación individual a nivel técnico es muy importante para recordar exactamente donde deben posicionarse los dedos con precisión milimétrica; aunque a nivel físico es de las partituras más agotadoras, resulta gratificante interpretarla por el entusiasmo que despierta en el público».
Así, el concierto afrontará la recta final con la música del noruego Edvard Grieg y su Sonata en Sol Mayor (‘Lento doloroso-Allegro vivace’, ‘Allegretto Tranquilo’ y ‘Allegro Animato’) de la que la flautista explica que «es una obra que el compositor escribió en su juventud, cuando se casó, por lo que desprende melodías muy alegres, de las que se te quedan grabadas en la memoria».
Visto el repertorio, el pianista Albert Guinovart destaca que «son partituras que combinan momentos emotivos y sentimentales con el virtuosismo de la flauta, como gran instrumento melódico, y el piano que es el instrumento romántico por excelencia».
Él mismo también subraya que «a diferencia del Clasicismo, que es una época en la que la música es más reglada, con unas formas más cerradas y una armonía y discursos académicos; el Romanticismo rompe con las formas y exacerba los sentimientos, desde el intimismo hasta la oscuridad, pasando por la alegría; las composiciones son más extremas en cuanto a colores y sentimientos».
Complicidad en el escenario
Desde hace años que Albert Guinovart y Elisabeth Franch comparten escenario, una trayectoria que se materializa a través del gran entendimiento musical, interpretativo y técnico entre ambos.
«Somos dos personalidades musicales que compartirnos la misma visión y sensibilidad por la música clásica», afirma el pianista, un entendimiento que hace que, en palabras de la flautista, «el público disfrute y se emocione, porque al fin y al cabo es la recompensa más grande que un músico puede recibir en cada concierto».