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Portal número 23 de la calle Major

Vivencias y recuerdos de infancia. La procesión del Sant Enterrament está formada por los momentos especiales de los cofrades

19 abril 2025 06:23 | Actualizado a 19 abril 2025 07:00
Se lee en 1 minutos
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Si alguna cosa he aprendido después de años cubriendo la procesión del Sant Enterrament es que cada cofrade, y también cada espectador, tiene su momento especial durante la tarde del Viernes Santo. El instante en el que la emoción se desborda y no se puede controlar la piel de gallina. Estos momentos especiales nacen de una suma de factores que nos han traído hasta aquí. Que si el recuerdo de infancia, que si una anécdota con un antiguo amor o que si en esta calle fue donde se me rompieron las baquetas del tambor. Todos tenemos un momento especial.

Y yo no soy una excepción. Mi primer recuerdo de la Setmana Santa se remonta al portal del número 23 de la calle Major. En el cuarto piso vivía mi bisabuela, Pepita Ferré, conocida popularmente en la Part Alta como de la familia de los Barres. Era tradición ver la procesión del Viernes Santo en el portal, junto a mis abuelos y tíos, sentados en unas sillas que bajábamos de casa. Tampoco faltaban las mantas, que no nos las poníamos hasta bien entrada la noche. Nos ubicábamos en nuestro palco privilegiado a primera hora de la tarde. Recuerdo que pasaban muchos amigos y familiares a saludarnos. Y así, pasábamos la tarde-noche. Yo intentado no dormirme, mientras mis padres, abuelos y tíos comentaban –siempre en voz baja– la solemne escena.

Años más tarde, mi familia volvió a implicarse con el paso y desde entonces siempre hemos participado en la procesión.

Pero hay una cosa que no ha cambiado. Para mí, el momento más especial de la procesión sigue siendo ese portal. Pasar por delante y cerrar los ojos. Ya no están sentados ni mi bisabuela ni mis abuelos, pero por un momento puedo volver a verlos.

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