Rambla Nova 77; plantada en medio de la acera hay una mesita baja, como de Ikea, que sostiene trípticos con publicidad. Un metro más adelante, también en medio, hay una cartelera de la misma clínica dental... Pero estos obstáculos parecen lo de menos a medida que se sigue subiendo en dirección al Balcó del Mediterrani. Entre las terrazas y los típicos carteles de menú del día, el pasillo para los peatones se hace cada vez más estrecho.
Las normas estatales de accesibilidad, incluida la última orden del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana que entró en vigor en enero de este año, contemplan que se debe dejar «una anchura libre de paso no inferior a 1,80 m» contando desde las fachadas. Es decir, que a partir de la fachada debe haber 1,80 metros de acera libre de obstáculos.
Hacemos pues un repaso de la dichosa banda de paso peatonal por el lado de los números impares de la Rambla. Desde el número 1 hasta la Plaça Imperial Tarraco encontramos 43 objetos: 13 carteleras como las de menú del día, 15 maceteros pequeños, 2 carteles enrollables, 3 carteleras de publicidad como la de los helados, 3 maceteros grandes, 2 conos de obras, 2 banderolas publicitarias, la consabida mesita del principio y 2 bancos adosados a una fachada.
Todo sin tener en cuenta que estos obstáculos conviven en la misma acera con las terrazas que se han esponjado en tiempos de pandemia.
Valga aclarar que la medida del metro ochenta no responde a un capricho; una de sus misiones es garantizar la circulación segura de las personas ciegas. De hecho, en la Rambla las baldosas más cercanas a la fachada son distintas que el resto porque están pensadas para que las personas ciegas que usan bastón puedan orientarse.
Carteleras, tiestos, muñecos...
Pero basta con darse un paseo por otras zonas de la ciudad para darse cuenta de que la carrera de obstáculos no es, ni mucho menos, exclusividad de las amplias aceras de la Rambla. Por todo el centro comienzan a proliferar soportes publicitarios con patas; se anuncian igual librerías que supermercados o centros de estética.
La lista es larga, hay muñecos de tamaño real, tiestos con plantas (algunos tan grandes que contienen auténticos árboles), atriles, pequeñas atracciones infantiles de meter monedas, sillas apiladas, expositores de folletos publicitarios...
No obstante, la palma en eso de la lucha por el espacio se la lleva muy probablemente la Part Alta. Además de todos los obstáculos anteriores, hay numerosos ejemplos de terrazas pegadas a las fachadas; alguno tan llamativo como una terraza de la Calle Mercería, especialmente estrecha, donde apenas caben las sillas de una en una. La terraza obliga a los peatones a bajar a la calzada.
En otras calles, como la del Trinquet Nou, hay que pasar entre las mesas pegadas a ambas fachadas y hay otras calles donde, directamente, no es posible dilucidar que allí hay acera más allá de la terraza de un restaurante, como en la calle Ferrers.
«Esquiva como puedas»
La competencia por las aceras afecta a todos los peatones, pero hay algunos especialmente molestos, como un grupo de mayores que cada mañana se reúne en la plaça Anselm Clavè. No están en contra de las terrazas, al contrario, les encontramos sentados en una, pero echan de menos un mínimo de orden. «El otro día discutí con los de la terraza de debajo de mi casa porque prácticamente no se podía salir del portal», dice uno de ellos. Entre todos suman una silla de ruedas, dos muletas y un bastón. Justamente el usuario del bastón dice jocoso que «cuando caminas con tres patas esquivas como puedes».
Laura Blanco, técnica de rehabilitación de la ONCE, apunta por su parte que encontrarse obstáculos constantemente para las personas ciegas es «un estrés tremendo. Habitualmente cuando tienen que hacer un recorrido están todo el rato pensando memorísticamente los cruces que han hecho, los que les faltan por hacer, las referencias que hay... Si además tienen que estar pendientes de encontrarse algo que ayer no estaba...».
Recuerda además que con el bastón solo se percibe lo que está a ras de suelo y se puede bordear, pero no se puede tener una idea del volumen que hay por arriba. Por eso son especialmente peligrosos toldos o banderolas (y también las paradas de autobús que en la base solo tienen un poste), con los que terminan dándose de bruces.
Las excepciones
Pero hay excepciones, en lo que se refiere a la ocupación de las aceras. El Ayuntamiento de Tarragona contempla que hay algunos negocios que pueden pedir una autorización para «extensiones comerciales», es decir, ocupar parte de la acera para exponer sus productos.
El decreto, del año 2014, habla de que los comercios que pueden solicitar estas extensiones son los de productos agroalimentarios (frutas, verduras, semillas); flores y plantas; prensa y papelería y souvenirs. El mismo decreto, no obstante, dice que el ayuntamiento, de forma excepcional, puede autorizar a otro tipo de negocios.
Habla también de que se debe dejar una banda de paso de 1,50 m (no 1,80 m), pero también enumera excepciones. En resumen, que algunos de los obstáculos que han llamado nuestra atención pueden estar autorizados.
Lluís Roig, arquitecto técnico y Coordinador d’Accessibilitat de la fundació COAATT, opina que no tiene sentido que el Ayuntamiento tenga un decreto que contraviene una norma estatal como la que obliga a la banda de peatones de 1,80 m. Roig, que va en silla de ruedas, recuerda que en la ciudad hay aceras tan ocupadas «que no caben dos personas a la vez. Lo de los obstáculos es un problema endémico», sentencia.