Me he permitido utilizar el título de un libro de uno de los grandes hispanistas ingleses, Gerald Brenan, un clásico de la literatura inglesa que habla sobre España, donde vivió muchos años. Podría haberlo titulado ‘la encrucijada española’, ‘un estado invertebrado’, etc. Pero es que todo viene de lejos.
El rumbo y la velocidad con que el gobierno de Pedro Sánchez, o mejor dicho, el gobierno Sánchez-Podemos-ERC es un hecho que ocurre muy pocas veces, pero que nos da luces sobre la deriva del gobierno y, por tanto, del país.
La gran reforma del Código Penal, que tiene como base beneficiar a los artífices del procés, y que a su vez beneficia a condenados del PSOE, se ha hecho sin las preceptivas consultas al Consejo de Estado, saltándose, ¡vaya usted a saber!, no poca jurisprudencia. Es preocupante. Los jueces no solo han sido ninguneados, sino incluso insultados por sus comportamientos. Les han llamado incluso «fascistas». A esto, y queriendo saltar y hasta asaltar el Poder Judicial –uno de los tres poderes, según Montesquieu– y con una contestación no poco importante dentro del PSOE, (aunque muchos se callan) se han llevado a cabo reformas que modifican o anulan los delitos de sedición, malversación, y promover una ingenua ‘consulta’ que para los independentistas será un referéndum de autodeterminación.
El gobierno ha salido en tromba diciendo que el referéndum de autodeterminación no cabe en la Constitución. Y ¿qué es la Constitución? Los que vivimos en Catalunya conocemos mejor el lenguaje y las interpretaciones que los independentistas dan a las leyes y la consideración que tienen para con los jueces, que los nombra el ejecutivo catalán, según el proyecto de constitución de la llamada República Catalana.
Y por no hablar del ya aprobado proyecto de modificación del aborto y, sobre todo, del daño que, cifras en mano, está ocasionando a las víctimas la ley del ‘sí es sí’, aprobado a instancias de la ultrafeminista Irene Montero, miembro del gobierno. Porque los ministros de Podemos, para Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, no se pueden tocar so pena de crear una crisis que lleve a las elecciones. Lo mismo pasa con Esquerra Republicana: las decisiones de Oriol Junqueras son soberanas frente al PSOE y ante las cuales Pedro Sánchez solo puede acatarlas.
La situación española es que el presidente del Gobierno, o mejor dicho, el trío PSOE-Podemos-ERC, se está adueñando de las instituciones del Estado, las ha debilitado y con ellas se ha debilitado el Estado mismo. El vacío que hay en el Poder Judicial por falta que acuerdo entre los dos principales partidos mantiene, sin rumbo, la actuación de la justicia.
Un fallo grave de la Constitución ha sido, y es, mantener al Poder Judicial en manos de los partidos políticos, pues para elegir los máximos órganos de este (Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial), se necesita el apoyo de los partidos representados en las Cortes Generales, las cuales deben aprobar los nombramientos, que le corresponden, por mayoría de dos tercios.
El PP tampoco ha jugado bien congelando los nombramientos porque consideraba que los candidatos del PSOE-Podemos-ERC eran demasiado afectos al Gobierno.
Todos creímos que Sánchez, cual presidente del Gobierno, anularía el ‘procés’ por las buenas. Pero no está siendo así, porque las convicciones de Junqueras y de Esquerra Republicana son muy profundas, aunque menos ruidosas que los de Junts per Catalunya de Puigdemont.
¿Qué tenemos que esperar en el 2023? Otro laberinto. Un gobierno débil, con los partidos independentistas y de extrema izquierda campando por sus fueros. Mientras tanto, Pedro Sánchez espera a que España presida el semestre de la Unión Europea, a principios de julio de 2023. Hay que aguantar hasta entonces. Esta es la gran clave.
Y esto, tanto sus amigos como sus enemigos lo saben. Y se van a aprovechar.