Este cartel cuelga de las puertas de miles de establecimientos de media España, y la provincia de Tarragona no es ajena a ello. La empresa de Recursos Humanos Randstad ha lanzado una campaña para captar a 1.000 profesionales para este verano, y Adecco tiene otras 1.000 vacantes abiertas.
La cifra puede elevarse hasta los 100.000 puestos sin cubrir en vísperas de un verano que se espera de récord de turistas. De hecho, solo en Tarragona hay mil camareros menos que antes de la pandemia. Muchos emigraron a otros sectores por los cierres propiciados por las medidas para contener la Covid y no han vuelto.
La pregunta resulta obligada: ¿cómo puede ser que el país con más paro de Europa, donde más de 3 millones de personas buscan empleo, tenga puestos que se quedan en el olvido? Y, mientras, los empresarios, preocupados, lanzan un SOS: la recuperación económica depende principalmente del resurgir del turismo, el sector que más aporta al PIB español y, si no hay personal, difícilmente pueden ofrecerse los servicios que se demandan. A la hora de analizar las causas de este problema, cuesta encontrar un consenso.
Es verdad que se trata de un puesto exigente en el que la conciliación resulta complicada, pues los mayores picos de trabajo coinciden con los momentos en que la gente disfruta de su ocio, pero eso sucede también con otros empleos. La ministra Yolanda Díaz culpó a los bajos salarios y las condiciones laborales precarias, ganándose la ira de los empresarios, que consideran que reducir este problema a eso es «trivializar». El sueldo medio se sitúa en los 17.000 euros brutos anuales, algo más de 1.200 euros al mes.
Quizá el problema se halle en la reputación de esta profesión. Las escuelas están llenas de aspirantes a cocineros, una labor también muy sacrificada, pero pocos aspiran a ser camareros. Se necesita una mayor profesionalización, con más formación, y sistemas que mejoren la retribución y las condiciones.