Gimnasios escolares patas para arriba

29 junio 2024 13:54 | Actualizado a 30 junio 2024 07:00
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Pocos motivos visuales tienen una dimensión tan catártica como el motivo del baile. Y pocos bailes tienen una dimensión tan ritualística como el de graduación. La llegada del verano y la finalización de un período formativo en el instituto se ha convertido en uno de los argumentos más célebres entre un grupo de películas –principalmente de Hollywood– que desde mediados de 1960, con el éxito de la popular “Grease”, se ha centrado en el relato juvenil del cierre de una etapa personal que se abre a la madurez. En el marco de este patrón narrativo han proliferado las comedias románticas cuyo clímax final se cierra en el baile de graduación, aunando el argumento del paso del tiempo con el de la culminación de un romance de idas y venidas hasta aquel momento. Dentro de la liturgia del baile, el ritual de la coronación se ha utilizado a menudo también como una forma individualizada de encumbrar el éxito amoroso y el sueño de popularidad (y aceptación) ante el resto de la comunidad juvenil. De ahí la genialidad de Brian de Palma con “Carrie”, en la década de 1970, sobreponiendo el ritual de la llegada de la menstruación con el del sangriento y siniestro baile de graduación. Entre la liberación ingenua de “Grease” y el oscuro rito de pasaje de “Carrie” se abre un abanico interesante de revisiones y actualizaciones del motivo y cómo hacerlo novedoso aunque reconocible cada vez. De ahí que en la década de 1980, “Regreso al futuro” nos ofreciera una de sus aproximaciones más imaginativas, utilizando el viaje al pasado del protagonista como una forma de reconfigurar la identidad y personalidad de su padre. Todo el engranaje espacio-temporal pasaba por el éxito de su padre conquistando a su madre en el baile de graduación. Brillante y emotivo, la pura esencia del motivo.

Y todo el despliegue de emociones que es capaz de articular el baile de graduación es sin duda el marco del gimnasio escolar lo que dota al motivo de un cierto costumbrismo kitsch. Los focos de colores, los globos, el confeti, los lemas para el futuro... Todo ello reflejado en el suelo de un parquet brillante que horas antes era ocupado por las clases de educación física. El verdadero ejemplo de que el amor es capaz de transformar un espacio y convertir el ascético entorno deportivo en el escenario de la culminación de una partida hacia otro tiempo. El último verano de alguna cosa.

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