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Teresa Batet: «No me considero una pionera. Lo anormal era que no hubiera más mujeres en política»

A sus 91 años, recuerda con cariño una legislatura en la que «todos antepusimos la ciudad a nuestros partidos»

10 junio 2023 20:36 | Actualizado a 11 junio 2023 07:00
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El próximo sábado tomarán posesión los concejales elegidos el 28 de mayo. En el caso de la ciudad de Tarragona, será un pleno paritario, toda vez que 13 de los 27 ediles son mujeres. Algo hoy normal, pero que no siempre ha sido así. Lo sabe bien Teresa Batet, la única mujer en el primer gobierno municipal de Tarragona tras el franquismo, en 1979. Hija de Reus y enamorada de Tarragona, a sus 91 años –nació el 12 de febrero de 1932– conserva una gran vitalidad y una envidiable clarividencia que hacen de la entrevista una agradable conversación en la que habla con la serenidad que aporta la experiencia de la ciudad, de política, del envejecimiento, del amor, de igualdad... De la vida, en definitiva.

Vaya, no deja de ser curioso. La primera concejal de la democracia en Tarragona... es de Reus.

Sí, soy una enamorada de Tarragona, pero nunca pierdo la ocasión de decir que soy de Reus, hija de un comercial y una ama de casa con inquietudes culturales. Allí nací y me eduqué. Tuve esa suerte, porque había muy buenos colegios laicos. Cursé el bachillerato en un instituto mixto, lo que en aquella época no era muy normal y lo que considero un privilegio. Además tuve unos profesores que eran unos fuera de serie.

Y tras el instituto, ¿se planteó seguir estudiando?

Sí, quería estudiar Derecho. Hice dos años por libre, pero cuando me tocaba ir a la universidad a Barcelona, mi padre no me dejó. Fue la única vez que me prohibió algo. Me pareció muy injusto, pero entonces era muy difícil que una chica sola tuviera libertad de movimientos. Me quedé en Reus como enfermera voluntaria.

«Soy una reusense enamorada de Tarragona. Mi suegra, que era de la Part Alta, me enseñó a querer cada rincón de esta ciudad»

¿Y cómo llegó a Tarragona?

Por amor. Conocí a Carles Carcolé, el que luego sería mi marido, en una feria en Reus, y allí surgió el amor. Fue un flechazo. Me casé con él y me vine a vivir a Tarragona. Y mi suegra, que era de la Part Alta, me enseñó a querer cada rincón de esta ciudad.

¿Fue fácil el cambio de ciudad?

El primer año en Tarragona lo pasé con una gran añoranza de Reus. En mi juventud había sido muy activa culturalmente, me gustaba mucho ir al teatro. En Reus teníamos tres, el Bartrina, el Fortuny y el Cercle Catòlic, y había una gran programación. Pero en Tarragona solo estaba el Metropol, no había comparación. Y mis nuevas amigas en Tarragona solo hablaban de cosas religiosas, lo que, con todo el respeto para la religión, a mí, que siempre he sido laica, no me llenaba demasiado.

Usted, que ama Reus y Tarragona, ¿cómo vive esa rivalidad entre las dos ciudades?

Pues ni la entiendo ni la he vivido nunca. Creo que ambas ciudades se pueden y deben enriquecer del contacto con la otra. Sí creo que Reus ha ido por delante en los ámbitos comercial y cultural y que allí se ve más vida por la calle. A Tarragona le ha faltado autoestima y empuje, pese a que tiene una gran belleza que no se la acaba nunca.

Y en 1979 entra en el Ayuntamiento de Tarragona, siendo la única mujer en el pleno. ¿Por qué dio el paso a la política?

Porque encontraba tristísimo que fueran solo hombres los que se dedicaban a esto. Me lo habían propuesto antes, pero yo solo entraría cuando se pudiera votar democráticamente. Iba con Convergència. Coincidió que yo entré en Tarragona y otra mujer, Maria Tarragó, lo hizo en Reus. Curiosamente, ambas fuimos al mismo instituto.

¿Recuerda su primer día en el Ayuntamiento?

Sí, claro, lo recuerdo con mucho cariño. Y tuve unos compañeros extraordinarios. Yo era una más, no me trataban como una florecilla ni de forma distinta por ser mujer. Cada uno defendía las cosas desde su ideología, pero éramos grandes amigos.

¿Con qué Tarragona soñaba usted entonces?

La quería ver esperanzadora, libre, justa. Y mixta, igualitaria.

¿Cree que se consiguió eso?

Bueno, ahora ya es normal que haya más mujeres en política. La sociedad ha avanzado mucho, pero aún hay un gran camino por recorrer para lograr la igualdad plena entre el hombre y la mujer.

¿Cómo transcurrió aquella primera legislatura democrática?

Fueron años muy ricos en todos los aspectos, de mucha ilusión y mucha esperanza. No había peleas entre los concejales, todos trabajábamos por Tarragona, anteponiendo la ciudad a nuestros partidos. Lo que importaba era la ciudad, la limpieza, las playas....

Usted llevó Medioambiente.

Sí, yo soy una enamorada del mar. Creo que es el mayor espectáculo del mundo. Trabajé para que las playas fueran limpias y seguras.

«Me metí en política porque quería ver una Tarragona esperanzadora, libre, justa. Y mixta, igualitaria»

Aún mantiene una relación especial con el mar, ¿no?

Sí, cada día voy a saludarle, a darle los buenos días, en La Arrabassada. Y él me contesta, unos días con olas grandes; otros, con olas racheadas de espuma; otros, manso como un espejo... El día que no vaya lo voy a añorar.

¿Por qué no se presentó a otra legislatura?

Pasé cuatro años en el Ayuntamiento. Yo habría estado más, pero mi marido, que era constructor, pasó un mal momento económico y tuve que ayudar a la familia. Luego le diagnosticaron un cáncer a los 62 años y le dieron un año de vida, aunque vivió hasta los 93. Yo me puse a su lado.

Dejó la vida pública pero se mantuvo activa.

Sí, tenía muchas inquietudes y me seguí interesando por muchas cosas. Estuve cuatro años en Omnium Cultural, y en la junta coincidí con Josep-Lluís Carod-Rovira, un hombre muy inteligente. Y trabajé como administrativa en la Generalitat, hasta la jubilación.

Usted fue una pionera, una mujer adelantada a su época. ¿Le apoyó su marido?

Carles era una persona que me quería muchísimo, me respetaba muchísimo y me dejaba toda la libertad del mundo, lo que en aquella época no era muy común. Incluso con tres hijos me fui a Londres a pasar un mes aprendiendo inglés y él se quedó con los niños, con la ayuda de mi suegra, una gran mujer. Pero no me considero una pionera; yo encuentro normal lo que hice. Lo anormal era que no hubiera más mujeres en el Ayuntamiento y en la vida pública.

También fue la primera mujer que condujo un coche en Reus.

Sí, junto a Maria Tarragó. Mi padre no me dejó ir a estudiar a Barcelona, pero a los 18 años me permitió sacarme el carnet de conducir. La prueba práctica consistió en dar una vuelta a la Rambla de Tarragona.

¿Y aún conduce?

Sí, cada día. Tengo carnet para un año más y espero que me lo renueven. El día que no vea bien un semáforo o que tenga un susto y crea que mis facultades no están al cien por cien lo dejaré, pero de momento el coche me da mucha autonomía.

«La vejez es un regalo, no todo el mundo tiene el privilegio de envejecer. No me preocupan las arrugas, cada una tiene su historia»

Tiene 91 años. ¿Como ha llevado el proceso de envejecer?

La vejez es un regalo, no todo el mundo tiene el privilegio de envejecer. Cada edad tiene su riqueza. Tampoco me preocupan las arrugas, cada una tiene su historia. Me gusta ser vieja, me gusta la persona en que me he convertido. La vejez aporta libertad. Me he ganado el derecho a estar equivocada, por tanto, ya no me cuestiono. Me siento intensamente viva. Tengo miedo de morir, no lo voy a esconder, pese a saber que es el destino final de todo ser humano.

¿Le duele el trato que a veces se dispensa a la gente mayor?

Sí, vivimos en un entorno que rechaza la vejez, que culpa de todo a las generaciones anteriores y rechaza su experiencia. Me parece tristísimo que los encierren en residencias. Me gustaría que se copie lo que se hace en otros países, con residencias mixtas donde conviven personas mayores y personas más jóvenes y donde se dan energía y aprenden los unos de los otros.

Su marido falleció. ¿Se siente sola?

Cuando la vida nos regala gente extraordinaria, como mi marido, es para dar gracias cada día. Y cuando mueren estas personas dejan una herida abierta que nadie puede curar. Yo soy laica, pero a veces pienso en la suerte que tienen los creyentes, para los que hay otra vida y allí se van a reencontrar. Me gustaría encontrar la energía que dejó mi marido en el universo. Pero no estoy sola, tengo la suerte de vivir con una hija. Y hablo con mi marido todos los días, aunque él no me contesta; eso no se lo perdono.

Usted se mantiene activa.

Sí, y cada sábado me reúno en Tarragona con gente de diferentes edades y hacemos una tertulia en la que hablamos de todo. Celebramos la vida y brindamos.

¿Ha cambiado mucho la política desde su época?

Sí, ya no es tan limpia, se ha enfangado mucho. Y es muy triste, porque los que hemos luchado tanto buscando el bien común y vemos ahora esto... Yo, que salí a la calle para que pudiéramos votar, en las últimas elecciones me llegué a plantear si hacerlo o no. El panorama es muy triste, ya no hay estadistas. Yo dejé Convergència hace muchos años y ahora no hay un partido que me atraiga. Hay mucha mediocridad.

«Yo soy laica, pero a veces pienso en la suerte que tienen los creyentes, para los que hay otra vida y allí se van a reencontrar»

¿Qué le preocupa?

Me asusta el auge de la extrema derecha. Me pregunto si la sociedad está muy infantilizada para poder creer en ellos. Pero confío mucho en la juventud, creo que tiene ganas de hacer las cosas bien y luchar por un mundo más justo.

¿Qué le pide al nuevo alcalde?

Limpieza, limpieza y limpieza. Tarragona está muy sucia.

¿Y a la vida?

Solo puedo agradecerle. Mi vida no ha sido un camino de rosas, ha habido muchas espinas, pero me siento afortunada por haber existido. Un corazón que nunca ha sufrido nunca conocerá la alegría de ser imperfecto. De hecho, he dejado escrita la frase de mi necrológica: «El que ha nacido ya ha sido afortunado». Solo pido vivir la sencillez de cada día respetando a todos y escuchando el sonido armonioso de esta ciudad en la que se pueda despertar cada día en paz, sin miedo y sin caos.

¿Se atreve a dar un consejo a la gente más joven?

Que aprenda a valorar y a disfrutar de las pequeñas cosas. Al fin y al cabo, son la vida.

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