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Se acabó el ahorro de la paz

Han sido 30 años durante los que las guerras sólo pasaban en tierras lejanas a las que enviábamos nuestros cascos azules. Me gustaría pensar que vamos a seguir así, pero cada vez es más difícil.

19 marzo 2025 07:05 | Actualizado a 19 marzo 2025 07:07
Lluís Amiguet
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Converso con el arzobispo de Homs, Jean-Abdou Arbach, que fue una vibrante capital siria, y ha sido invitado a celebrar la cuaresma en Catalunya por el cardenal Omella. Trae una cruz recuperada de entre las ruinas de una parroquia siria bombardeada. Los fieles rezan ante ella por la paz.

El arzobispo ha vivido en parroquias bombardeadas durante 12 años mientras la catedral siria -en Siria hay cristianos desde hace 2000 años- era ocupada por el Estado Islámico que la convirtieron en un hospital de campaña antes de hacerla volar con explosivos.

El arzobispo pide off the record para lo mejor de sus observaciones. Se lo resumiré diciendo que tenemos al enemigo en casa; que los europeos vivimos demasiado bien y que del wellfare, del estado de bienestar, vamos a pasar pronto al warfare, el estado de guerra.

Mientras Qatar y otros países del Golfo envían dinero y ayuda a los musulmanes allá donde la necesitan, la comunidad cristiana, que era más del 10% de los sirios hoy apenas llega al 4. Vienen por miles a Europa huyendo de la guerra. El arzobispo se pregunta: ¿Quién paga a los yihadistas?

Aún resuena la pregunta en mis oídos mientras contemplo cómo el ejército israelí dispara sobre los palestinos causando 400 muertos. Contemplo fascinado un vídeo militar del ejército ucraniano en el que un robot se abalanza sobre las líneas enemigas; no hago más que leer titulares advirtiendo de que España y la Unión Europea van a tener que gastar más de un trillón de euros en armamento como ese robot.

Y recuerdo los titulares de estos días y los discursos de Sánchez pidiendo el rearme de España y Europa. Es perder la inocencia y el ‘dividendo’, el ahorro de la paz del que hemos disfrutado desde que cayó el muro de Berlín y se reunificó Europa.

Antes de esa inocencia y de ese ahorro en este país hacíamos la mili y la mayoría de varones sabían disparar un fusil de combate. Ahora nadie querría volver, pero nuestros nuevos ejércitos estarán formados por robots, tanques sin conductor y drones como en Ucrania.

El arzobispo me ha devuelto al pasado de Europa no hace tanto; apenas 70 años de la última guerra con sus descripciones del caos, los bombardeos, los fusilamientos y los ataques a familias que desalojan a punta de fusil de sus casas. También me ha hecho recordar el pánico a la guerra nuclear en el que crecimos los boomers. Alguien podía apretar el botón rojo y volar el planeta en cualquier momento. Aún pueden...

Francia ofrece a toda Europa su armamento nuclear. Hay discusiones ahora mismo sobre si será suficiente. Suiza, neutral por excelencia, también vuelve a rearmar a sus tropas.

¿Podremos mantener las pensiones, los hospitales, los colegios y al mismo tiempo los cuarteles y las fábricas de misiles?

Los keynesianos dicen que sí; que todo el dinero invertido en fabricar armas revitalizará nuestras economías y servirá también para pagar sueldos y mantener hogares y servicios públicos. Tal vez aumenten, aseguran, también la innovación y mejoremos la tecnología. No olvidemos que internet nació como una aplicación militar. Se trataba de crear una red de comunicación que no tuviera centro para que así nadie pudiera bombardearla.

¿Fabricaremos robots para cuidarnos de ancianos cuando investiguemos cómo podemos lograr que maten al enemigo?

Han sido 30 años de ahorro de la paz durante los que las guerras sólo pasaban en tierras lejanas a las que enviábamos nuestros cascos azules. Me gustaría pensar que vamos a seguir así, pero cada vez es más difícil.

Si vis pacem, decían los romanos, para bellum. Si quieres paz, prepara la guerra, pero no sé si tendremos dinero para financiar las dos. Por si acaso, prepárense para costear con nuestros impuestos los nuevos tanques a los alemanes y no el último y mejor coche a plazos, que, además, cualquier día es chino.

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