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La cultura nos cura

12 abril 2025 20:37 | Actualizado a 13 abril 2025 07:00
Àurea Rodríguez
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El otro día un compañero que vive en Bruselas me dijo que echaba de menos las tertulias culturales de aquí. Cuando pensamos en tratamientos solemos imaginar pastillas o terapias convencionales. Sin embargo, en algunos países ya es habitual prescribir cultura, visitar un jardín botánico, un museo e ir a un concierto. Desde museos y bibliotecas hasta teatros y talleres creativos, la cultura se ha convertido en una poderosa herramienta para aliviar la ansiedad, reducir la soledad y mejorar, en términos generales, la calidad de vida y la salud mental.

En países como Canadá, Portugal, Reino Unido o Suecia, los profesionales sanitarios han comenzado a recetar actividades culturales como parte integral del tratamiento a pacientes que sufren ansiedad, depresión o aislamiento. Se trata de un reconocimiento implícito de que somos más que un cuerpo físico; somos seres sensibles, emocionales y creativos, cuyas emociones tienen el poder de mover montañas y transformar realidades personales porque somos cuerpo, pero también alma.

Esta revolución llega justo en el momento en que enfrentamos nuevos retos derivados del auge de la inteligencia artificial y de una sociedad hiperconectada pero paradójicamente aislada. La tecnología es, sin duda, una herramienta formidable, pero también impone desafíos que solo la creatividad y la conexión profunda con nuestra humanidad pueden afrontar eficazmente.

La cultura en todas sus formas tiene el poder de sanar. Una película puede abrirnos ventanas a nuevas perspectivas, permitiéndonos vivir emociones intensas y ayudándonos a comprender mejor nuestras propias experiencias. Una buena novela, por su parte, no solo nos transporta a mundos distintos, sino que nos ofrece momentos de profunda reflexión e introspección, y aprendiendo. Escribir a los autores nos ayuda a pensar, a imaginar otros mundos y a crear nuevas ideas.

El teatro, con su capacidad única de crear experiencias compartidas en tiempo real, tiene también un valor terapéutico significativo. En talleres creativos, ya sea pintando, bailando o modelando, exploramos nuestra capacidad creadora, lo que nos empodera y nos reconecta con nuestra esencia más auténtica.

La cultura se ha convertido en una poderosa herramienta para aliviar la ansiedad, reducir la soledad y mejorar, en términos generales, la calidad de vida y la salud mental

Por supuesto, la música merece una mención especial por su habilidad para traspasar barreras culturales y emocionales. Escuchar una canción puede transformar nuestro estado de ánimo al instante, ya sea motivándonos, calmándonos o reconfortándonos. Además, cantar o participar en actividades musicales colectivas refuerza los lazos sociales y combate la soledad, uno de los mayores desafíos del siglo XXI.

Además de ser una poderosa herramienta terapéutica, las industrias culturales y creativas tienen un enorme potencial como fuente sostenible de empleo y desarrollo económico. Artistas, escritores, músicos, cineastas, diseñadores y creadores en general encuentran en la cultura no solo un medio de expresión, sino también para ganarse la vida y por tanto debemos darle su valor. Este sector genera empleos diversos, fomenta la innovación, revitaliza comunidades y puede ser un motor clave para economías locales, ayudando a construir sociedades más inclusivas y resilientes.

La creatividad es curativa porque nos permite explorar otras inteligencias: la emocional, la social y la creativa. El futuro pertenece, sin duda, a los nuevos renacentistas de este siglo; a aquellas personas capaces de combinar con sabiduría la tecnología, el conocimiento técnico y científico con las humanidades, esas disciplinas que enriquecen nuestro espíritu y nos enseñan a navegar por las complejidades del mundo contemporáneo.

En la era de la inteligencia artificial, es hora de reivindicar una inteligencia integral, diversa y profundamente humana. Porque, más allá del progreso tecnológico, necesitamos individuos capaces de entender la importancia de conectar, sentir y crear, no solo como mecanismos de supervivencia, sino como motores esenciales del bienestar integral.

Así que, quizás la próxima vez que visitemos al médico salgamos con una receta para visitar una exposición, participar en un club de lectura, acudir a una clase de teatro o asistir a un concierto. Porque, efectivamente, la cultura nos cura.

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