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Cuando mi tostadora sea más inteligente que yo

15 marzo 2025 18:13 | Actualizado a 16 marzo 2025 07:00
Àurea Rodríguez
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Hace unos años, la idea de que una tostadora pudiera ser más inteligente que una persona habría sido motivo de risa. Hoy, sin embargo, la inteligencia artificial (IA) ha avanzado a tal punto que no es descabellado imaginar electrodomésticos capaces de aprender, adaptarse y tomar decisiones por sí mismos. Este fenómeno nos lleva a reflexionar sobre cómo el conocimiento, tradicionalmente generado y controlado por los seres humanos, está siendo cada vez más producido por máquinas, llevándonos a una nueva era en la que la línea entre lo humano y lo artificial se difumina.

El filósolo Marschall dijo «Estamos en un coche yendo hacia el futuro utilizando sólo nuestro espejo retrovisor». Tradicionalmente, el conocimiento ha sido una construcción humana, resultado de la observación, la experimentación y la reflexión. Sin embargo, con la llegada de la IA, las máquinas no solo procesan información, sino que también generan nuevo conocimiento que incluso les sirve para entrenar a nuevas máquinas o construirlas.

Leí un artículo que indicaba que el conocimiento que generaban las maquinas dentro de poco estará al nivel de tesis doctoral y a la velocidad que va, dentro de poco depasará el conocimiento humano. Este cambio tiene profundas implicaciones. Si las máquinas pueden generar conocimiento de manera autónoma, ¿cuál es el papel del ser humano en este nuevo ecosistema? ¿Estamos preparados para confiar en decisiones tomadas por algoritmos que operan más allá de nuestra comprensión?

La inteligencia artificial (IA) y el Internet de las Cosas (IoT) han transformado la manera en que interactuamos con la tecnología. Dispositivos que antes solo ejecutaban funciones básicas ahora analizan datos, predicen comportamientos y toman decisiones de manera autónoma. Esta evolución plantea un debate sobre el papel del conocimiento humano y el impacto de la automatización en la vida cotidiana y en la sociedad en general.

La integración de la IA con el IoT ha permitido el desarrollo de electrodomésticos inteligentes capaces de comunicarse entre sí. En mi primer libro explicaba que estamos en un momento en que tu nevera “liga” con el horno y tú no te enteras. El internet de las cosas (IOT) permite que diferentes dispositivos se conecten entre ellos e intercambien información (conversen), si a esto le añadimos la IA permite que conversen y ejecuten. Hoy en día, neveras que detectan la cantidad de alimentos disponibles pueden recomendar recetas y coordinarse con hornos para cocinar de manera optimizada. Empresas como Samsung han desarrollado tecnologías que permiten que estos dispositivos tomen decisiones basadas en los hábitos del usuario y en factores ambientales, como por ejemplo productos incluyendo nuestra lavadora que de manera inteligente decidirá qué programa usar en función del tipo de ropa y lo sucia que esté, marcando una nueva era en la automatización del hogar.

Si se escala la cocina a la casa ¿Qué podemos conectar? Que la Roomba limpie cuando los macarrones ya estén hechos o cuando ha acabado de llover. Si pensamos en la familia ¿Qué me programe la agenda del trabajo en función de las actividades de los niños cuando tengo que hacer de mamataxi? ¿Qué me programe las visitas al ginecólogo en función de los ciclos hormonales? ¿Qué me busque un marido que hable con la nevera y la lavadora? ... Bromas aparte, si esto se puede hacer con una nevera, ¿Qué puede hacer en un país?

Tradicionalmente, el conocimiento ha sido un producto exclusivo del ser humano, generado a través de la observación y la experimentación. La posibilidad de que una tostadora sea más inteligente que nosotros es una metáfora provocativa y realista. Estamos en un punto de inflexión donde las máquinas no solo ejecutan órdenes, sino que también generan conocimiento y toman decisiones. La pregunta no es si las máquinas serán más inteligentes que nosotros, sino ¿cómo elegimos integrar esa inteligencia en nuestra sociedad de manera que beneficie a todos?

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