Imprescindible para todo amante del chocolate. El libro La xocolata. L’aventura catalana, historia, cultura i curiositats (Edicions Morera) escrito por el Senyor Marcel·lí Virgili, alter ego del escritor y periodista Jaume Nolla, es todo un manual de sabiduría del cacao.
Con su humor característico y a fuego lento, el autor se remonta a la historia del chocolate, pasando por cómo fue su llegada a Europa, o cuáles son los secretos que llevaron a Catalunya a convertirse en un gran centro chocolatero.
Para conquistar el paladar de los lectores, el Senyor Marcel·lí sirve porciones de chocolate con exclusivas anécdotas. «Antoni Gaudí iba cada día de la Sagrada Família al oratorio de Sant Felip de Neri a confesarse y a escuchar la misa al atardecer. Cuando salía, entraba en la panadería del señor Joan Solà Triado, hijo de Santa Coloma de Farners, y de su esposa, Maria Franquesa Garròs, hija de Moià. Allí compraba un llonguet y una porción de chocolate, y regresaba hacia la Sagrada Família merendando», explica.
Moraleja: «Que Antoni Gaudí merendase cada día pan con chocolate demuestra que era la merienda de los genios». Además, no hay como ir a trabajar con buen sabor de boca. Y si es dulce, el placer es doble.
Pero el arquitecto no fue el único genio que se dejó encandilar por el cacao. También cayó en la tentación del ‘placer adulto’ el compositor Mozart, a modo de inspiración. La partitura en cuestión es Al Così fan tutte estrenada en Viena en 1790. «Hablaba del chocolate haciendo alusión a una de las cosas que frecuentemente debían pasar; como que el servicio, de vez en cuando, también lo degustaba», afirma el autor.

Por la galería de singularidades también desfilan Napoleón Bonaparte, quien siempre llevaba chocolate encima en el campo de batalla, para cuando le flaqueaban las fuerzas; o la excentricidad del Salon du Chocolat de Zúrich de organizar, en 2012, un desfile de ropa hecha con chocolate. Imposible no pensar en quitársela a bocados.
Anécdotas como esta son una dulce sintonía. De hecho, a lo largo de los siglos la elaboración del chocolate también ha sido fuente de inspiración musical, cinematográfica y literaria, como Charlie y la fábrica de chocolate del escritor Roald Dahl. Y como una imagen vale más que mil palabras, el libro recupera imágenes de grandes dibujantes de la tradición ilustrativa catalana.
Catalunya, la punta del iceberg
Quince capítulos, una cronología, un glosario y una bibliografía dan para relamerse y descubrir cómo el cacao pasó de ser una bebida mágica a deleitar los paladares más exquisitos. Comerciantes, bandoleros, reyes o frailes sucumbieron al sabor, no sin antes enfrentarse a un sinfín de vicisitudes.

Título: La xocolata. L’aventura catalana, historia, cultura i curiositats
Autor: Senyor Marcel·lí Virgili
Editorial: Edicions Morera
Idioma: catalán
«En Catalunya el chocolate no llegó cuando debía hacerlo; las prohibiciones comerciales, la peste, la miseria, la Guerra dels Segadors, la Guerra de Sucesión... Calamidad tras calamidad, la llegada del chocolate se retrasó. Como en el resto de Europa, en Catalunya hubo que esperar a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII», explica el autor.
Nada que ver con lo que ocurría en la corte de Felipe V en Madrid. «Mientras nosotros nos quedamos sin país y sin chocolate, Felipe V, que se había convertido en adicto, se hizo construir en el Palacio Real una chocolatera metálica. Tenía una capacidad de 25 litros. Estaba fijada al techo y un sistema de poleas y contrapesos hacía posible todo el servicio a la corte», relata el Senyor Marcel·lí.
Lejos de compadecerse, los catalanes rápidamente le cogieron el gusto al chocolate y hoy en día, según el autor, «en Catalunya hacemos el mejor chocolate del mundo. Es algo extraordinario». «Tenemos el apellido Jolonch en Agramunt desde 1770. En 1797 nace Xocolata Amatller en Barcelona. En 1840, los chocolates Simón Coll en Sant Sadurní d’Anoia. En 1877, los chocolates Riucord de la familia Cordomí en Gràcia, hoy chocolates Blasi», enumera.

Mención especial merece Agramunt, paradís de la xocolata i capital dels torrons. Aquí el mérito es compartido con la provincia de Tarragona. «Los sacos de cacao, así como el arroz para la harina, necesarios para hacer el chocolate a la piedra llegaban de estrangis desde los Alfacs, mientras que las avellanas para hacer los turrones clásicos venían del Camp de Tarragona», relata el Senyor Marcel·lí Virgili.
Medallas aparte, el libro también repasa las propiedades del cacao para arrojar luz a si el chocolate es bueno o malo para la salud; si engorda; si tiene el poder de la longevidad o si es un remedio infalible contra la resaca...
Sea como sea, el Senyor Marcel·lí se reafirma en que, a día de hoy, «la felicidad no se puede comprar, pero el cacao está bien de precio».