Nervios, impaciencia e ilusión. Todo ello a partes iguales es lo que se ha vivido esta tarde en la Plaça del Rei. La cita se lo merecía. Por primera vez, la Germandat de los Gitanos de Tarragona presentaba su paso en sociedad. El sueño se ha hecho realidad después de once años de esfuerzo y de picar piedra.
La tarde ha empezado con el viacrucis por el interior de la parroquia de la Santíssima Trinitat, sede de los gitanos en la ciudad. Un viacrucis que se ha alargado más que nunca y que ha contado con una reproducción pequeña del Sant Crist. El de verdad estaba tan solo a unos cuantos metros, al otro lado de la plaza, dentro de la iglesia de Natzaret.
Todo estaba preparado para el gran momento. Pese a que más tarde de lo previsto, cuando faltaban pocos minutos para las nueve de la noche, y acompañado de la banda de tambores de la Germandat dels Gitanos y de la Agrupación Musical del Cristo del Buen Amor, ha salido por la puerta de la iglesia el nuevo paso.
El Sant Crist de la Trinitat llevado a hombros por gitanos y payos, por miembros de la hermandad y por otros que no lo son, ha desfilado solemne al ritmo de la saeta de Camarón de la Isla. Piel de gallina. Inexplicable. Hay que vivirlo.
Acto seguido, el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas ha sido el encargado de bendecir el nuevo paso. El misterio quiere representar el calvario, el momento en que Jesús está crucificado junto a los dos ladrones en el monte Gólgota. Pero por el momento, solo está Jesús, envuelto de candelabros y de rosas rojas y blancas. La hermandad no tiene recursos suficientes para completar el paso. Cuando lo consigan, pedirán salir a la procesión del Sant Enterrament.
Otro de los momentos emotivos del acto ha sido cuando la Mare de Déu de la Soledat ha hecho la reverencia a la nueva imagen. Un gesto que demuestra la buena sintonía entre ambas hermandades.
Todos a una
Una de las curiosidades de la procesión de los Gitanos celebrada esta tarde ha sido que muchos de los portants, de los músicos y de los arrenglaradores eran también de otras congregaciones. Es el ejemplo de Isa Gil, que es costalera del Cristo del Buen Amor, y que hoy ha echado una mano a los gitanos. «Para nosotros, ayudarles a hacer su sueño realidad también es un reto», decía Gil.
Aaron Sentís iba de ganxo, y Jordi Olivé de portant. Uno es gitano y el otro es payo. Hoy unos y otros han remado juntos para ver el nuevo paso brillar.
El nuevo misterio es largo; casi como el Sant Sopar. Es llevado por 28 portants –22 dentro y 6 fuera–, y lleva las faldas negras con flecos verdes. Un paso que llega a nuestra Setmana Santa para quedarse.