Tarragona ha perdido, entre 2009 y 2022, un total de 73.453 jóvenes –55.100 en la última década– entre 20 y 39 años, mientras que la población activa entre 20 y 24 ha caído un 8,8% en el mismo período, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) y del padrón del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Desde 1998, primer año del que el INE ofrece referencias, la cantidad de población joven en Tarragona (de 20 a 39 años) experimentó un pico que ya queda lejos: creció sin parar hasta 2009, con 258.634 habitantes.
A partir de ahí, fue descendiendo de forma progresiva hasta los 185.181 censados en el año 2022, la cifra más baja desde 1999, cuando en la demarcación era de 184.029 jóvenes.
Una raíz después del baby boom
El profesor del Departament de Geografia de la URV y miembro del Grup de Recerca d’Anàlisi Territorial i Estudis Turístics (GRATET), Joan Alberich, explica las causas: «Las personas que ahora tienen entre 20 y 39 años son las que nacieron en las épocas posteriores al baby boom, y el principio de la década de los 90 fue uno de los momentos con la natalidad más baja».
«Estamos sufriendo las consecuencias de aquello y, por eso, las personas que se incorporan al mercado laboral son cada vez menos, ya que la pirámide está estrechándose por la base; es algo que perdurará en el tiempo», manifiesta el profesor.
Especialmente porque, además de que hay menos jóvenes en disposición de entrar, también se reduce la cantidad de los que acaban haciéndolo. En palabras de Alberich, «no solo hay pocos ‘candidatos’, sino que no entran muchos, ya que optan por alargar su etapa formativa».
«Por cada 100 jóvenes que entran a formar parte de la población activa, hay 113 mayores que se jubilan en Tarragona», Joan Alberich, profesor del Departament de Geografia de la URV y miembro del Grup de Recerca d’Anàlisi Territorial i Estudis Turístics
Luego están los que emigran en busca de mejores condiciones, cosa que también hace aumentar el desajuste: «La población envejece y, a pesar de que tenemos gente joven muy formada, no se la puede colocar porque no hay proyectos para ello y, en consecuencia, su situación no es estable», apunta la secretaria general de CCOO en Tarragona, Mercè Puig.
Por su parte, el secretario general de UGT en Tarragona, Joan Llort, comenta que «pasa en sectores como la medicina».
El director del Observatorio Demográfico de la CEU San Pablo confirma que, además de los humanos-antropológicos, los afectivo-familiares y los políticos y geopolíticos, uno de los efectos negativos a medio y largo plazo de la baja natalidad puede ser que «la fuerza laboral sea menguante y más envejecida, cosa que generaría una menor productividad».
Por otro lado, «es factible que se reduzca el desempleo –salvo una llegada de extranjeros masiva– al jubilarse más gente de la que ingresa al mercado laboral en edades jóvenes», argumenta Macarrón. «Estos efectos positivos no compensarían ni de lejos los negativos, entre otras cosas, porque mantener a los más mayores es más caro que criar niños y jóvenes», añade.
Nada es negocio fácil para la juventud hoy en día: cuesta encontrar trabajo, vivienda y estabilidad. Una dinámica que no para de acentuarse durante los últimos tiempos.