Los pacientes ingresados en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de un hospital cualquiera generan múltiples datos clínicos. Que si electrocardiogramas, que si la tensión arterial o la respuesta a la ventilación mecánica. Una información muy valorada entre los sanitarios para calcular indicadores y para saber lo que ha ocurrido de forma retrospectiva.
Son muchos los hospitales que ya trabajan en esta línea. Pero lo de UCI del Joan XXIII va mucho más allá. Desde hace unos años, estos datos no solo sirven para calcular indicadores, sino que se utilizan para hacer investigación. Lo que se conoce como uso secundario de los datos.
Y en esto, la UCI del Hospital Joan XXIII es pionera, tanto a nivel estatal como europeo. Gracias a estos datos –siempre con carácter anónimo–, se están definiendo modelos predictivos que llevan a una medicina de mejor calidad.
Las almas maters de este proyecto son Maria Bodí, responsable del servicio de medicina intensiva del Joan XXIII, y el biotecnólogo Josep Gómez. Ellos forman parte de un equipo más extenso de profesionales e investigadores que cuelgan de entidades como el propio hospital, el Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili y la Universitat Rovira i Virgili.
En 2015, la UCI de Joan XXIII ya estaba prácticamente informatizada, lo que permitía poder utilizar los datos para atender al paciente día a día. «Podíamos mirar atrás y ver si estábamos adecuando nuestros procesos de atención a los pacientes a las guías de buenas prácticas», explica Maria Bodí, responsable de la UCI. Fue en ese momento cuando se abría un abanico importante de oportunidades. Y es que, hasta entonces, los registros de estos datos se hacían manuales, papel y boli en mano.
«Fue en este punto cuando nos dimos cuenta de que esta gran cantidad de datos de los pacientes se podía utilizar para investigación y para definir en un futuro modelos predictivos», explica Bodí, quien añade que «entonces empezamos a buscar profesionales que pudieran hacer frente a toda esta información».
Aquí entró en juego el biotecnólogo Josep Gómez. Era diciembre de 2017 y recibía un mensaje con una oferta de trabajo en la UCI del hospital tarraconense. «El mundo de los datos hospitalarios son mucho más complicados que en otros ámbitos. Primero, por su sensibilidad, y después porque la necesidad de conocer el medio debe ser amplia», explica Bodí. Buscaban a alguien que, además de ser informático, tuviera conocimientos clínicos. Dieron con Gómez.
Hasta ese momento, era muy habitual que los estudios científicos fueran randomizados, lo que significa que los participantes se escogían al azar. «Nosotros iniciamos un cambio de paradigma. Pretendíamos hacer los estudios con los datos que teníamos para asistir a los pacientes, lo que significa que no están sesgados, es la vida real», explica Gómez. A esta nueva manera de trabajar se le llama hacer un uso secundario de los datos.
El siguiente paso era anonimizar esta información, para que no fuera posible identificar las personas a las que pertenecen los datos. «La diferencia entre un estudio randomizado y un uso secundario de los datos es que, en el primer caso se da autorización, y en el segundo, no», apunta Bodí.
La UCI del Joan XXIII ha apostado por la big data y la inteligencia artificial para generar algoritmos de predicción más exactos de los que podría realizar un profesional con mucha experiencia. Tarragona es pionera, tanto en el Estado como en Europa, en hacer un uso secundario de los datos clínicos.
El Datathon
En 2018, cuando hacía un año y medio que se llevaba a cabo esta manera de funcionar, la UCI de Joan XXIII, junto con la prestigiosa organización estadounidense Massachussetts Institute Technology (MIT), organizó el primer Datathon en Tarragona. En 2022, se celebró otra edición en la ciudad. «El objetivo es juntar profesionales clínicos y tecnólogos para que juntos aborden una gran base de datos y puedan hacer investigación», explica Gómez.
El MIT, a través del Datathon, pretende que cada vez sean más las instituciones que generen datos y los abran al mundo para poder crear algoritmos alejados del sesgo, dependiendo del lugar o de la raza. «La finalidad es compartir información para que los estudios acaben revertiendo en la sanidad pública», explica Bodí.
Actualmente, los únicos profesionales que pueden acceder en la base de datos de la UCI del Joan XXIII son aquellos investigadores que participaron en el Datathon. El propio personal de la UCI tarraconense ya ha publicado los primeros artículos gracias a esta información. Una herramienta de primer nivel.