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El ‘Viacrucis’ de Tarragona: 30 años esperando un camino ‘civilizado’ junto a la carretera de Valls... Y lo que queda

El trayecto entre el centro y el barrio de Sant Pere i Sant Pau por la N-240 es un sendero irregular y sucio que se embarra cuando llueve, y donde los transeúntes se disputan el espacio con los coches

01 febrero 2025 20:53 | Actualizado a 02 febrero 2025 07:44
Se lee en 3 minutos
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La escena se repite en cinco ocasiones en menos de diez minutos. Personas de todas las edades cruzan por la rotonda que hay entre la calle Doctor Mallafré (la del Hospital Joan XXIII de Tarragona) y la carretera de Valls. No hay paso de peatones ni semáforo, pero hasta el Google Maps indica que el trayecto caminando es por allí.

En el caso (aconsejable) de que se respeten las leyes de tráfico, hay que desandar el camino e ir hasta Les Cases Barates para encontrar un semáforo lo que supone, según el mismo Google Maps, sumar siete minutos al trayecto.

Son las 8.15 horas de la mañana del viernes y la gente jugándose el tipo para cruzar la rotonda es apenas una de las muchas situaciones insólitas con las que se encuentran quienes utilizan el camino (no se le puede llamar acera) que transcurre al lado de la carretera de Valls.

Aunque no es el día de mayor afluencia, hay un goteo constante de estudiantes camino de clases (en Sant Pere i Sant Pau se concentran distintas facultades de la URV, la Escola d’Art i Disseny y el instituto de FP Comte de Rius, entre otros centros educativos); personas que van a hacer gestiones en el consulado de Marruecos (ubicado también en el barrio) y vecinos que acuden al centro para ir a trabajar o al Hospital Joan XXIII, entre muchos otros.

Abrirse paso entre los coches

Seguimos pues las normas y comenzamos el trayecto del centro hacia Sant Pere i Sant Pau en la Avinguda d’Andorra. Aquí la acera embaldosada dura apenas unos pasos. Enseguida comienza un camino de tierra que cuando llueve se convierte en barro y obliga a los viandantes a bajar a la calzada, como explica Gloria, que cada día pasa por aquí para ir a su trabajo en la universidad.

En esta parte del camino, además, hay que abrirse paso entre los coches, en lo que se ha convertido en un enorme y desordenado aparcamiento disuasorio. Por si fuera poco, en este punto también se encuentra una parada de autobuses interurbanos apenas señalizada por un palo.

La palabra que más repiten los viandantes para describir el estado del camino es «fatal». Es la que emplean Sergio y Juli, que van en dirección al centro cada día para hacer deporte. Se lamentan de que hay demasiados huecos y no existen ni la poda ni la limpieza «de este árbol se cayó hace tres años y allí sigue», señalan.

Naiara se dirige a clases en la Escola de Psicologia i Educació de la URV en Sescelades. Si cruza por el sitio equivocado (algo que reconoce que hace la mayoría de las veces) apenas tiene 20 minutos de camino desde su casa. «Es un trayecto asumible pero nada agradable. Coger el autobús tampoco es una alternativa porque el 54 siempre va petado y alguna vez me ha dejado en tierra... Si tengo examen o algo importante me aguanto y vengo por aquí», señala.

Aparecen más personas que van camino del centro y es que hay que tener en cuenta que en Sant Pere i Sant Pau viven 16.164 personas, según el padrón de 2022. Una de ellas es Paula, que insiste en pasar por aquí camino del trabajo pese a que hace un año se hizo un esguince porque no vio la base suelta de una farola. «Llevamos toda la vida esperando un camino civilizado», se lamenta.

Es un camino del cual no se puede despegar la vista, como comprueba una joven que va haciendo una videollamada y da un traspiés. A su alrededor, a la vegetación descontrolada se le suman los desperdicios. Hay envoltorios de comida tan descoloridos que cuesta calcular cuánto tiempo llevan allí.

Gabi Muniesa, vicepresidente de la Associació de Veïns la Unió de Sant Pere i Sant Pau, dice que los vecinos llevan décadas reclamando una solución. Cada vez la respuesta ha sido la misma: un plan urbanístico lo arreglará todo.

Fuentes de la URV también aseguran que «históricamente» han reclamado que se arregle este camino, así como «la creación de un paso para peatones que cruce la N-240 a la altura de las calles Doctor Mallafré o Josep Maria Vives, que permita la conexión a pie y bici entre los barrios del Hospital y Francolí con el campus».

En lo que se refiere a los autobuses, para ir a Sescelades dicen tener detectados problemas en la línea 54, que «tiene picos de ocupación» que comprometen el servicio en horas punta y retrasos, y en la línea 41, donde también hay picos «que los refuerzos parecen no compensar».

Destacan, eso sí, que el acondicionamiento de la ruta a pie y en bici por Els Quatre Garrofers, el otro camino que se usa para ir a Sescelades, supuso una mejora, aunque reconocen que habría «una parte de la comunidad universitaria que todavía no la ve como una ruta segura para ir a pie».

El otro camino

Decidimos pues regresar de Sant Pere i Sant Pau caminando por Els Quatre Garrofers y, efectivamente, este trayecto está mejor acondicionado. Son pasadas las nueve de la mañana y vemos pasar varias bicicletas y peatones. También nos encontramos, llegando a la Avinguda Catalunya, con un gallo y cuatro gallinas.

Algunas de las personas que consultamos (todas mujeres) dicen que prefieren usarlo solo de día porque aunque hay iluminación «es tenue y según la hora de la noche no te encuentras a nadie».

Otro punto en contra es que el trayecto no está indicado más allá de las señales para bicicletas que hay en el pavimento y que en algún sitio comienzan a borrarse.

El plan parcial maldito

El Diari publicaba en noviembre de 2005: «La Entrada a la ciudad por la carretera de Valls inicia su transformación. Las excavadoras ya trabajan en el sector de Joan XXIII que se urbanizará en 18 meses. Justo al otro lado de la N-240 se erigirá otro nuevo barrio con 328 viviendas».

Casi veinte años más tarde, la zona de Joan XXIII está urbanizada (a excepción de algunos solares), pero el problema sigue siendo ese «otro lado» el de la N-240 donde nunca se han llegado a construir las prometidas 300 viviendas y, sobre todo, no se han llegado a urbanizar las aceras.

Es la zona del Pla Parcial 1, que se aprobó por primera vez en 1991 y cuyo último capítulo se vivió en octubre del año pasado. El Ayuntamiento de Tarragona decidía archivar el expediente debido a los restos arqueológicos de alto valor (una construcción de la época alto-imperial que corresponderían a una vivienda o un mausoleo, así como silos y posibles entierros) encontrados en el lugar.

Esto significa, en la práctica, que el promotor que iba a edificar debería comenzar todo el proceso administrativo desde cero. Actualmente se está a la espera (aunque sin plazos) para ver qué hace.

Consultados sobre si el Ayuntamiento podría emprender por su cuenta obras para adecentar el camino, fuentes municipales explican que no es posible porque es una propiedad privada. En lo que se refiere a la poda y la limpieza, aseguran que se hacen actuaciones puntuales y que se espera que con los nuevos inspectores se pueda mejorar en este aspecto.

Todo parece indicar que la ‘civilización’ queda lejos.

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