La maquinaria de la antigua fábrica de licores Chartreuse de Tarragona se encuentra en dos almacenes del Museu Nacional de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya, ubicados en Terrassa y Cervera. Los objetos pasaron a formar parte de esta institución en el año 1995, cuando la Generalitat de Catalunya se hizo con el edificio, situado en la Plaça dels Infants de Tarragona. Jaume Perarnau, director del museo, asegura al Diari que «se trata de un material que rescatamos y salvamos después de años de abandono, desprotección y vandalismo». Con el exalcalde Josep Fèlix Ballesteros al frente del gobierno municipal, el Ayuntamiento mostró cierto interés en recuperar este material y poner en marcha así el proyecto de museo de la Chartreuse. El Diari se ha puesto en contacto con el actual equipo de gobierno, liderado por Pau Ricomà, para conocer de primera mano si existe o no la intención de continuar con el plan. Por el momento, el consistorio no quiere pronunciarse al respecto.
En ese inmueble de la Part Baixa se elaboró el licor durante más de 80 años, desde 1902 hasta 1989. Un caso muy singular, teniendo en cuenta que los cartujanos, por norma general, no se instalan en el centro de la ciudad. Los años posteriores, la fábrica quedó cerrada y sin funcionar con todo el material dentro: botas, destilador, máquina de vapor, piedras de molino, etc. Un solo hombre vigilaba las instalaciones, quien a menudo iba a dar una vuelta por el lugar. Durante esos años, los objetos sufrieron desperfectos y fueron víctimas del vandalismo. En el año 1995, la Generalitat de Catalunya compró el inmueble a los cartujanos. La idea inicial era instalar allí la sede de gobernación. Pero todo quedó en nada y la antigua fábrica de la Chartreuse se convirtió más en un problema que en una solución para el ente autonómico.
Fue entonces cuando la maquinaria que fue considerada de interés patrimonial pasó a manos del Departament d’Ensenyament y, posteriormente al de Cultura. Los objetos están registrados y conservados en el Museu de la Ciència i Tècnica de Catalunya, con sede en la capital del Vallès Occidental. «Lo que pasa es que el material de grandes dimensiones lo tenemos guardado en un almacén de Cervera y, el más pequeño, en Terrassa», explica Jaume Perarnau, director del museo.
De todas las piezas salvadas, solo la máquina de vapor ha sido reparada y exhibida en una exposición. «Como en la mayoría de museos, siempre hay más objetos en los almacenes que expuestos», asegura Perarnau, quien añade que «dependiendo de la tipología de exposiciones, vamos sacando y guardando».
El director del museo reconoce que, cuando la institución se hizo cargo de este material, estaba en muy malas condiciones. «Fue una operación de rescate», asegura. Cabe destacar que este material cuenta con un valor histórico muy importante.
¿Un posible museo?
En el 2013, después de años sin saber qué hacer con el inmueble, la antigua fábrica de la Chartreuse se convertía en la Escola Oficial d’Idiomes, hasta ese entonces ubicada en un precario edificio de la Rambla Nova. Pero aún quedan espacio y naves libres. Con Ballesteros al frente de la corporación municipal, la marca Chartreuse mantuvo algunos encuentro con el consistorio para ponerse manos a la obra con la redacción del proyecto sobre un museo dedicado a la Chartreuse.
Ramon Aloguín, arquitecto tarraconense muy interesado en el asunto, ve la iniciativa con muy buenos ojos. «El vínculo de la marca con la ciudad es muy potente, no es cualquier cosa. Chartreuse siempre ha estado muy agradecida a Tarragona por haberla acogido a principios del siglo XX, cuando fueron expulsados de Francia», apunta Aloguín. Por el momento, el alcalde Ricomà no quiere pronunciarse sobre sus intenciones y la marca asegura que «para nosotros, la antigua destilería de Tarragona siempre ha sido un sitio muy especial, del que nos sentimos orgullosos cuando viene algún invitado y se la mostramos». ¿Este es el embrión del nuevo museo de la Chartreuse?
«No pueden estar en un ‘hall’»
Por su parte, el director del Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya, Jaume Perarnau, asegura que la institución no tendría ningún problema en dejar en depósito parte de las piezas que hacen referencia a la antigua fábrica de la Chartreuse. «Pero, como técnico, pienso que el material debe estar en un lugar con unas mínimas condiciones de conservación. Es decir, no pueden estar en un vestíbulo, un despacho o un centro cívico. Estas piezas cuentan con un importante valor histórico y patrimonial y, algunas de ellas, no se pueden tocar», explica Perarnau.