Ya no es que la demarcación haya perdido más de 2.800 explotaciones de tipo agrícola en tan solo una década, ni que, en el mismo tiempo, haya un 12% menos de campesinos, la cuestión es que la dinámica que vive –o malvive– la payesía se incrementa año a año.
Esta es la peor sequía que muchos han visto. Sumada a la infinidad de obstáculos, provoca que haya un goteo de renuncias y que los pocos que quedan vean la precariedad cada día más próxima. Un sector que lo vive en sus carnes es el vitivinícola y, una comarca, el Priorat, que es referente en Catalunya, pero que está muriendo poco a poco.
Los proyectos pendientes
En enero de ese año, el conseller de Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural, David Mascort, anunció en Falset una serie de proyectos para abastecer de agua al territorio prioratino.
Uno de ellos es el de llevar agua del río Ebre (desde Garcia) hasta el embalse de Siurana. Este se fundamentará en un estudio elaborado por la Generalitat en 2023, que ve viable la realización de esta captación, que consiste en conducir el agua hasta el pantano de Els Guiamets, almacenar el volumen que necesite la zona regable y bombear el resto hasta Siurana.
La dotación será de 1.229 metros cúbicos por hectárea regable y año en Cornudella de Montsant, El Lloar, Falset, Gratallops, La Morera del Montsant, La Vilella Alta, Poboleda, Porrera, Pradell de la Teixeta y Torroja del Priorat.
La superficie de riego de apoyo se concretará en 1.588 hectáreas. «Seguramente podría estar a partir del 2027», precisó Mascort. No obstante, según fuentes de Unió de Pagesos, la conducción de agua desde el Ebre hasta el Guiamets se llevará a cabo ya en el 2025.
Por otra parte, se utilizará la red del canal Garrigues-Sud para conectar el embalse de Flix con el de la Palma d’Ebre, que operaría a la inversa del circuito actual para nutrir el de Margalef.
La obra afectará a La Bisbal de Falset, La Figuera, La Vilella Baixa y Cabacés, además de a La Palma d’Ebre y Margalef. Y abastecerá 1.400 hectáreas. El proyecto se licitaría este año y, la obra, en 2025, para poder regar en 2026. Las dos inversiones costarán 60 millones de euros.
En 2023, las comunidades que dependían de Margalef no pudieron regar normalmente y el Departament pidió una derivación temporal de agua desde el canal Garrigues-Sud hasta la Comunitat de Regants del Riu Montsant.
Como Margalef está en peor situación, el acuerdo se ha renovado, pero el presidente de la Comunitat, Ricard Masip, aclara que «el agua llega de manera capilar a los cultivos», ya que la preferencia es para uso de boca de los municipios que no tienen alternativa.
Los dos proyectos de la Generalitat dependen de la próxima planificación de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), a la que la payesía reclama celeridad y soluciones.
Jordi Aixalà, Torroja del Priorat: «Pedimos a la Generalitat y a la CHE que se pongan las pilas para asegurar el riego»
Con dieciocho años, Jordi Aixalà, payés de Torroja del Priorat, se inició en la profesión, que le vino de familia. Se encargó de recuperar tierras en los años buenos de la viña, entre los 90 y los 2000, y montó el Celler Aixalà i Alcait en 2005. Ahora, después de treinta años de experiencia, esa bodega es la que ha hecho que no tenga que cerrar.
No obstante, asegura que la actual es la peor sequía que ha vivido nunca y que es posible que, si sigue sin llover, las pérdidas alcancen el 50% de la cosecha.
«Ahora, cada planta necesita al año entre dieciséis y veinticuatro litros, que, en unos años, igual son treinta o cuarenta»
En su finca, ya se observan cepas que han muerto durante los últimos meses y, pese a que indica que lo tiene todo asegurado, también comenta que lo que paga el seguro está por debajo del valor real del producto.
Narra como un cultivo que, sin cambio climático y en unas condiciones normales pluviométricamente hablando, sería de secano apenas necesitaría riego, se ha convertido en un regadío: «Ahora, cada planta necesita al año entre dieciséis y veinticuatro litros, que, en unos años, igual son treinta o cuarenta». El motivo es el cambio climático y la subida de temperaturas.
Eso también provoca que el tipo de tierra donde se planta y la orientación de las viñas influyan en el producto: por la facilidad de absorción de cada terreno y por las horas de sol.
Tras cuatro cosechas con pérdidas en cinco años, exige apoyo: «Pedimos a la Generalitat y a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) que se pongan las pilas para asegurar el riego». Un riego que, tal y como está Siurana, este año tampoco tendrán en Torroja.
Josep Ramon Sedó, Bellmunt del Priorat: «Nunca había vivido una sequía como la actual»
De abuelos a padres y a hijos. La payesía corre por las venas de Josep Ramon Sedó, vecino de Bellmunt del Priorat y nacido en el 1964. «En la época en la que, en el Priorat, no había futuro para nadie y todo el mundo marchaba, yo me quedé haciendo de payés; de hecho, era el único que había en el pueblo y la gente me decía que me equivocaba», recuerda.
«En la época en la que, en el Priorat, no había futuro para nadie y todo el mundo marchaba, yo me quedé haciendo de payés; de hecho, era el único que había en el pueblo y la gente me decía que me equivocaba»
Corrían los años ochenta, él había salido de la escuela y hacía poco que habían aterrizado en la comarca els cinc magnífics: René Barbier, Daphne Glorian-Solomon, Álvaro Palacios, Josep Lluís Pérez y Carles Pastrana, que capitanearon la transformación del Priorat en una de las grandes referencias vitivinícolas de Catalunya.
Sedó apostó por ampliar su negocio y por adquirir terrenos para dedicarse al sector: «Tuve que endeudarme y trabajar de sol a sol para poder comprar las tierras», manifiesta.
Él vivió los años buenos de la vitivinicultura en el Priorat, que se alargaron desde mediados y finales de los años noventa hasta, más o menos, el 2005.
Ahora, cuenta que esta sequía es una anomalía: «Nunca había vivido una como esta, nunca con todas las consecuencias de muertes de cepas que está habiendo ahora».
«Nunca había vivido una como esta, nunca con todas las consecuencias de muertes de cepas que está habiendo ahora»
Al final de la campaña pasada, sí que hubo algunas lluvias, que, por el estrés hídrico que venían sufriendo las plantas, provocaron que estas interpretaran que estaban en época de crecimiento –sobre marzo o abril, después de los meses de invierno, que es cuando el frío mata a la flor– y empezaran a brotar.
Sin embargo, después del frío y de las pocas lluvias, algunas plantas han acabado expulsando la uva porque han visto que iban a sufrir para sobrevivir. Para conseguirlo, algunos payeses han optado por plantar viñas a más altura, para que las temperaturas –que van subiendo por el cambio climático– no sean tan altas.
Josep Maria Montané: «Afrontamos unos meses de mucha incertidumbre»
Como a tantos, a Josep Maria Montané, nacido en 1964, también le viene de familia lo de la payesía. Empezó justo después de acabar la EGB. Una época en la que el cultivo dominante era la avellana, ya que la mayoría de la viña había quedado reducida por la crisis de los años cincuenta y sesenta.
«Como el mundo da muchas vueltas, a finales de los ochenta llegó la crisis de la avellana y hubo una gran despoblación; yo, con veintiocho años, no supe qué hacer, si irme o quedarme, pero me quedé y llegó el boom»
«Como el mundo da muchas vueltas, a finales de los ochenta llegó la crisis de la avellana y hubo una gran despoblación; yo, con veintiocho años, no supe qué hacer, si irme o quedarme, pero me quedé y llegó el boom», recuerda.
Con los años, empezó a asentarse en el cultivo de la viña y a ampliar sus terrenos, que se ubican en Porrera, esa parte del Priorat que tanto ha sufrido durante estos meses y años con la situación climática actual, ya que «las temperaturas son cada vez más altas, por eso esta sequía es peor que las que ha habido antes», indica Montané.
«Las temperaturas son cada vez más altas, por eso esta sequía es peor que las que ha habido antes»
Y es que las viñas, que deberían haberse regenerado durante los meses de marzo, abril y mayo –que es cuando la vegetación rebrota después de los meses de frío–, no lo han hecho y, según Montané, «afrontan un verano incierto después de muchos meses con estrés hídrico». Por eso, será importante que haya lluvias en verano para poder garantizar la supervivencia de los viñedos.