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La esperanza, un bien escaso en estos tiempos

Las protestas pacíficas en Serbia, lideradas por estudiantes desde hace más de cuatro meses, inspiran esperanza frente a la corrupción y la desinformación que afectan al país

10 abril 2025 20:01 | Actualizado a 11 abril 2025 07:00
Javier Luque
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Esperanza es una de esas palabras que escasean en las crónicas de la actualidad en muchos medios de comunicación. No los culpo. Las tendencias extremistas, la continua vulneración de los derechos humanos, la erosión de los valores que sustentan las democracias, o la mentira y la desinformación, dejan poco lugar a los periodistas para incluir en sus crónicas algo esperanzador. Sin embargo, esa misma realidad nos lanza, de vez en cuando, un cabo al que asirnos.

Me explico. Desde hace más de cuatro meses, Serbia está experimentando las mayores movilizaciones sociales desde la caída del régimen de Slobodan Milosevic en el 2000. La ‘chispa’ que inició todo fue la muerte de 16 personas por el derrumbe de la marquesina de la renovada estación de tren en la ciudad de Novi Sad. De hecho, no fue la muerte de estas personas sino la falta de respuesta de las autoridades ante lo acontecido y la corrupción sistémica en la adjudicación de obras públicas lo que, en un primer momento, condujo a cientos de miles de estudiantes a las calles pidiendo respuestas.

La verdad es que las movilizaciones son (hasta ahora, claro) un ejemplo envidiable de presión social pacífica. Durante meses, las principales protestas fueron lideradas por los estudiantes: Vigilias en silencio con las manos levantadas en el centro de Belgrado, o marchas a pié recorriendo las carreteras que conectan pueblos y ciudades entre Novi Sad y Belgrado, donde los estudiantes eran recibidos como héroes. El empuje de los estudiantes ha sido tan decidido como estoico, esquivando con inteligencia las continuas provocaciones del presidente para que las manifestaciones se conviertan en violentas y obtener así la legitimidad para utilizar la fuerza para sofocarlas.

Las movilizaciones son (hasta ahora, claro) un ejemplo envidiable de presión social

El pasado 31 de marzo, pude observar una de esas marchas en la propia ciudad de Belgrado. Lo que me sorprendió fue el perfil de los asistentes. Me esperaba una manifestación propia de estudiantes pero padres, abuelos, niños y adolescentes se sumaron rápidamente alrededor del edificio del decanato de la universidad de filosofía y letras, en el centro de la ciudad, para protestar por el intento de agresión con cuchillo que sufrió la rectora de la universidad de Nis. Una rectora, me explicaban los periodistas locales, que había apoyado públicamente el movimiento estudiantil.

Unas horas antes de atender brevemente a la marcha como observador, había participado en una mesa redonda sobre campañas de desinformación en Europa contra la prensa. En esa mesa se sentaba, entre otros ponentes, Milica Vojinovic, periodista de investigación y editora de redes en KRIK. Durante mi ponencia, expuse los distintos elementos que conforman las campañas organizadas de acoso contra medios.

Los estudiantes esquivan con inteligencia las provocaciones del presidente del país

Hablé de cómo, habitualmente, los cientos de mensajes violentos dirigidos contra periodistas parecen provenir de cuentas de redes sociales que comparten una misma ideología. No siempre usan las mismas palabras pero coinciden en el uso de ciertos términos clave como ‘traidor’, ‘fake news’ o ‘censor’.

Un segundo elemento común son los ataques cibernéticos contra las infraestructuras de los medios, siendo los ataques DDoS los más habituales, ya que no son muy caros y altamente eficaces. Estos ataques digitales buscan tirar las webs de los periódicos, cosa que tiene un profundo impacto económico ya que los anunciantes desaparecen y, a su vez, impide el acceso de sus lectores a la información.

El tercer elemento y uno de los más correosos, es el acoso legal al que se enfrentan algunos medios o periodistas. Acoso que en Europa se queda en nada en la gran mayoría de los casos pero que, sin embargo, representa una pesada losa tanto emocional como económica para los que la padecen.

Milica Vojinovic siguió mi intervención con detenimiento, y al empezar su ponencia, ilustró uno a uno los elementos que había descrito con ejemplos concretos de los que ella misma había sido objeto: Amenazas de muerte, ataques digitales, ataques físicos e intento de robo en su propio hogar (sólo se llevaron su ordenador y el teléfono) y acoso legal, ya que KRIK tiene cerca de 20 casos judiciales pendientes. Al terminar la charla, me estrechó la mano y acto seguido se dirigió a la puerta de salida con la firme convicción de seguir informando sobre las protestas. Lo dicho, esperanza.

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