Este 2025 se cumple una década desde que publiqué mi primer artículo sobre el acoso en redes sociales contra periodistas. Todo empezó cuando, navegando por Twitter, llamó mi atención un tweet de la reconocida periodista Mayte Carrasco de Telecinco que había cubierto los primeros meses de la descarnada guerra de Siria. «Me están amenazando cuentas anónimas del ISIS», escribía Carrasco. Es importante destacar que en aquel momento, 2015, apenas se conocía el impacto que las redes sociales tendrían en nuestras vidas. La Primavera Árabe y las protestas del Parque de Gezi en Estambul habían servido como banco de pruebas de la capacidad de movilización social de estas plataformas. Así pues, el Instituto Internacional de la Prensa (IPI, por sus siglas en inglés), la organización para la defensa de la libertad de prensa más antigua del mundo y para la cual trabajo, decidió abrir un área de investigación sobre el acoso en redes sociales para analizar el tema en profundidad, con el apoyo inicial de una beca de Google. He tenido el honor de liderar esa área de trabajo del IPI desde aquél febrero de 2015.
Los primeros pasos consistieron en cerciorarse sobre cuál era el impacto de este fenómeno en la libertad de prensa, es decir, conocer si, más allá del peaje emocional de estos ataques, los periodistas se veían forzados a autocensurarse por el miedo y el descrédito. Para ello, llevamos a cabo dos misiones de investigación: Una en Turquía, la otra en Jordania. En esos dos viajes, llegamos a hacer entrevistas en profundidad con cerca de cincuenta periodistas, representantes parlamentarios de los respectivos países para conocer el alcance del fenómeno. Me quedé estupefacto en Turquía al conocer las experiencias de los periodistas sobre el terreno y ver cómo los ataques en redes sociales se trasladaban, rápido, a ataques físicos cuando los reconocían en la calle. También pudimos observar, por primera vez, cómo los ataques contra las mujeres periodistas tenían unos elementos distintivos que no se daban en el caso de los hombres periodistas: La virulencia de las amenazas, el componente sexual de las mismas y los ataques contra sus familiares.
Una vez que ya conocíamos el impacto de este tipo de acoso contra los periodistas, era hora de acometer el siguiente paso: Hacer un análisis cuantitativo y cualitativo del fenómeno cuyos resultados fueron recogidos por la propia UNESCO. En nuestra aproximación cuantitativa, llegamos a analizar mil cien tweets en Turquía y Austria con el objetivo de desarrollar una de las primeras taxonomías de los tipos de ataques en redes sociales contra periodistas. Sin embargo, el análisis individual de las amenazas e insultos no explicaban toda la historia, ya que un sólo periodista puede llegar a ser objeto de estos ataques en distintos periodos de su vida. Esa observación dió paso a nuestra aproximación cualitativa, en la que nos centramos a estudiar el fenómeno desde el punto de vista de aquellos que son objetos de estos ataques, los periodistas.
El tercer paso fue centrarnos en las soluciones. En este caso, decidimos focalizar nuestros esfuerzos en explorar las mejoras prácticas que aplicaban los medios de comunicación para proteger a sus periodistas. Para ello, visité in situ cerca de 45 redacciones en seis países europeos. De ahí nació el protocolo del IPI para medios, uno de los primeros trabajos en este ámbito, traducido ya a nueve idiomas.
Ante el auge de los movimientos extremistas y populistas en todo el mundo, especialmente en Europa y Estados Unidos, he ido observando con preocupación cómo las técnicas que he analizado durante mi trayectoria laboral ejercidas por parte de individuos contra periodistas, se han ido instrumentalizando de manera recurrente por líderes extremistas como parte de campañas aparentemente coordinadas que no solo buscan amedrentar y silenciar la labor de las y los periodistas, sino también desacreditarlos, erosionando así la confianza de la población en los medios de comunicación con el objetivo de generar un campo fértil en el que plantar las semillas de la desinformación.
Sirva esta columna de homenaje al trabajo que decenas de periodistas, académicos y organizaciones internacionales, entre ellas, PEN America, IWMF, ACOS, ICFJ, CPJ, RSF, OSCE y UNESCO llevamos años realizando para combatir este fenómeno. Aún queda mucho por hacer.
Javier Luque es periodista, experto en desinformación y violencia online. Responsable de Medios Digitales y Protección Online del Instituto Internacional de la Prensa (IPI).