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Catalunya como nueva California

¿Seremos capaces de convertirnos alguna vez en California que tiene las mejores playas, pero que también cuenta con Silicon Valley y la high-tech más avanzada?

21 enero 2025 21:17 | Actualizado a 22 enero 2025 07:00
Lluís Amiguet
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Crecemos. Nuestra economía crece ahora mismo al 3 % más que la de Alemania o Francia y más que la media europea. Y sin embargo usted no lo nota. Yo, tampoco y nadie que cobre un sueldo, porque nuestros sueldos siguen siendo de los más bajos de la UE.

La explicación está en que el turismo, la hostelería, la construcción, el sol y playa al cabo, suponen ya el 12,5% de todo lo que producimos, nuestro PIB. En algunas ciudades es un problema por la turistificación masiva; pero también genera mucho empleo... Pero de sueldos bajos, porque también crea poco valor.

Ustedes saben que los sueldos de nuestra petroquímica, por ejemplo, son mejores que los de los camareros y limpiadoras de Salou. La explicación es que el trabajador de esas grandes empresas fabrica productos, como la energía, que son más valiosos que tomar una cerveza al sol, más placentero, pero de menos valor añadido.

El turismo, la hostelería, la construcción, el sol y playa suponen ya el 12,5% de lo que producimos

Pero, ¿cuándo y por qué dejamos de ser un país industrializado para convertirnos en una gran potencia turística? El Nobel de Economía Finn Kydland y un economista alicantino que dirige a los investigadores internacionales de la Reserva Federal de Dallas, Enrique Martínez-García, han publicado un trabajo que lo explica a la perfección.

Mi padre pagaba su hipoteca al 14 % en los 80 y había muchos otros tarraconenses que tenían créditos hasta al 20 %. Pero ya en los 90 empezamos a cumplir lo que nos pedía la UE para entrar en ella y ser también del euro.

Y, de repente, empezamos a tener créditos al mismo tipo que los alemanes: muy baratos. Podíamos comprar pisos y negocios y bares y tiendas al 3% a 20 años. Así que compramos.

Apuesta por el turismo

En vez de invertir en arriesgadas fábricas o empresas que compitieran con sus productos en todos los mercados, preferimos apostar por un sector en el que teníamos muy poca o ninguna competencia: venían turistas desde los años 60 y cada vez vendrían más. Si comprábamos pisos y apartamentos, siempre habría alguien que quisiera comprarlos o alquilarlos. Y acertamos.

Se disparó la inversión en tocho y playa y llegó así la burbuja inmobiliaria que estalló en el 2008. Vinieron los hombres de negro de Bruselas y los recortes de sanidad y educación y de pensiones... Pero han hecho que hoy gocemos de buena salud presupuestaria mientras Alemania, en cambio, sufre.

Ahora nos queda decidir si queremos ser solo un museo, una playa, un chiringuito al sol... O algo más

Mientras salga el sol y los países árabes que compiten con el nuestro por los turistas sigan siendo percibidos como peligrosos, y es así desde la primavera árabe, seremos una superpotencia turística. ¿Pero nada más? ¿No podemos volver a apostar como hicimos en los 60 por las grandes industrias?

¿España y Catalunya, la gran atracción turística en la península, será capaz de convertirse alguna vez en California que tiene las mejores playas, pero también Silicon Valley y la high-tech más avanzada?

Desde la Reserva Federal, el gran centro de investigación de la economía mundial, Martínez-García nos aporta una nota de optimismo: «El turismo no da para grandes salarios; pero no impide que a su lado florezcan grandes industrias innovadoras que sí lleguen a ofrecerlos fabricando productos muy competitivos en todos los mercados».

Esa es la parte agradable de su explicación. La que nos va a gustar menos es que en California se trabaja mucho más que aquí y también se innova, se arriesga y se investiga de forma aplicada con mucha mayor ambición. De ahí que los metamillonarios que ayer asistieron a la inauguración de Trump como Elon Musk, hayan hecho, como los Tesla, de California la meca de la tecnología mundial. Ahora solo nos queda decidir si queremos ser solo un museo, un port aventura, una playa, un chiringuito al sol... O algo más. Y si estamos dispuestos a pagar el precio de serlo.

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