«Quiero hacer una apelación a las y los jóvenes: esto (la política) es mucho más que el ruido que escuchan, que ven en la televisión. Les pido que no den la espalda a la política. Se pueden hacer muchas cosas por el bien común. Les animo a que lo hagan porque en eso consiste la democracia: en mojarse, también en política». Así se despidió el pasado miércoles del Congreso el hasta ahora portavoz del PNV, Aitor Esteban. El político vasco deja la Cámara tras 21 años para presidir su partido.
Esteban tiene razón. Hay políticos y políticas que sirven al bien común. Tenemos ejemplos próximos en Tarragona y Reus, por citar los dos municipios más importantes de nuestra demarcación. Pero, claro, el ruido lo domina todo y la política genera vergüenza ajena cuando ves a dirigentes que están de sobremesa mientras sus ciudadanos se ahogan. O que, en nombre de la libertad, prefieren poder tomar cañas a salvar vidas. O que, aunque se supone que son ultrapatriotas, no les importa ‘vender’ a su propio país con tal de que los poderosos les den una palmadita en la espalda. O exlíderes que se atreven a dar lecciones a sus sucesores y ‘olvidan’ que, durante sus mandatos, abundó la corrupción, existía el terrorismo de Estado y se pronunciaron mentiras flagrantes. Como cantaba Sabina, «mucho, mucho ruido». Demasiado.
