El 24 de noviembre de 1940 cuatro monjes cistercienses italianos se fueron a vivir a Poblet, sin comunidad desde 1835. Agustí Altisent al narrar el hecho le dio toques de aventura: «Los recién llegados ni siquiera sabían dónde dormirían aquella noche, ni qué tendrían para cenar (...) Pronto vinieron vocaciones y en la medida en que los hombres podemos asegurarlo, Dios ha consolidado la vida monástica en Poblet».
El jueves este lugar santo, habitado por una veintena de monjes, rompió con la divina monotonía de los días ordinarios. Rafel Barruè tomó posesión como nuevo abad en sustitución de Octavi Vilà, obispo de Girona. Es un artista, con exposiciones en varias ciudades, heredero de algún modo de los monjes que en la Edad Media salvaron la cultura occidental.