Para muestra un botón: hay tres estudios clínicos que son los más utilizados para decidir si un paciente debería ser sometido a una cirugía de bypass coronario. En dos de esos estudios no participó ninguna mujer y en el tercero ellas eran solo representaban el 19%.
Es uno de los argumentos que emplea Gemma Flores, médica de familia y especialista en medicina preventiva y salud pública, para explicar por qué esta marginación de las pacientes mujeres en los estudios las está poniendo en peligro.
Flores, médica de la Xarxa Santa Tecla, se ha dado a la tarea de revisar las publicaciones científicas que evalúan la presencia de mujeres en la investigación clínica para la Jornada Salut i Gènere que organizaba ayer la Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària en Barcelona.
Lo primero que salta a la vista es que a mediados de los años ochenta ya aparecieron los primeros estudios que advertían de que había un sesgo de género en los estudios clínicos y que esa comprensión incompleta de las pacientes mujeres afectaba su diagnóstico, su tratamiento y su pronóstico.
Manuales con ‘patrón masculino’
Flores explica que esta situación hace que las mujeres tarden más en llegar a urgencias con un infarto y además tengan más probabilidades de sufrir un retraso en el diagnóstico «puesto que sus síntomas a menudo no se corresponden con el ‘patrón masculino’ que predomina en los manuales médicos. Además, las mujeres tienen más probabilidades de sufrir efectos adversos a los fármacos cardiovasculares, puesto que las dosis se han ajustado principalmente en estudios realizados con hombres. Estos datos evidencian que los tratamientos y protocolos médicos podrían no estar adecuadamente adaptados a las mujeres. Esto explicaría cómo las enfermedades cardiovasculares son más frecuentes en hombres, pero presentan un peor pronóstico en mujeres».
Desde aquella advertencia en los años ochenta las cosas han cambiado algo, pero la representación de las mujeres sigue siendo insuficiente. El análisis de 108 estudios publicados sobre la materia entre 1991 y 2019 (con 1,6 millones de participantes) mostró que las mujeres reclutadas para esos estudios solo eran el 26,8%.
Los motivos para ese ‘olvido’ de las mujeres, señala Flores, son diversos, uno de los principales es histórico. Tradicionalmente muchos ensayos clínicos se diseñaban con una mayor participación masculina «asumiendo que los resultados serían válidos para toda la población. Esto ha llevado a una infrarrepresentación crónica de las mujeres en la investigación médica».
sí estén incluidas
También fue determinante, en los años setenta, la crisis de la talidomida (un medicamento que se prescribía a mujeres embarazadas para evitarles náuseas y vómitos pero causó malformaciones graves en los fetos). En 1977 la FDA, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU recomendó la exclusión de todas las mujeres en edad fértil de las investigaciones clínicas. Hasta los años 90 no se cambiaron los criterios.
Ahora Flores explica que urge integrar la perspectiva de género en todas las fases del estudio, desde que se plantea la pregunta de investigación hasta que se reclutan participantes y se presentan los resultados.
Menos investigadoras al frente
Esta exclusión también tiene que ver con quién lidera los estudios. Pese a que se ha llegado a la paridad entre hombres y mujeres que acceden a la carrera científica, a medida que sus trayectorias avanzan ellas tienen menos posibilidades de estar al frente de los equipos. «Solo el 34% de las investigación está liderada por mujeres», recuerda Flores. Y no es un dato menor, puesto que está demostrado que cuando hay más mujeres liderando también hay más mujeres participando en los estudios.
En este sentido, explica, en el ámbito europeo las cosas deberían comenzar a cambiar ya que las leyes comunitarias obligan a los institutos de investigación a tener planes de igualdad.
Pero no todos los motivos de la baja participación están en el ámbito médico, Flores advierte que las mujeres tienen menor percepción de riesgo cardiovascular pero, sobre todo tienen más cargas y responsabilidades familiares. «Y eso puede comportar una menor participación en los estudios porque implica realizar visitas de seguimiento».
Y esto solo por hablar sobre del caso concreto de las enfermedades cardiovasculares. La otra gran tarea pendiente es abordar esos temas de salud propiamente ‘de mujeres’ como los relacionados con la menstruación o la menopausia. «Este campo está infraestudiado. Hasta hace nada nos decían que tener dolor menstrual es normal», lamenta.