La novena entrega de la saga de Rocky Balboa parece haberse desecho definitivamente del personaje que creó y encarnó Sylvester Stallone. El ‘Potro Italiano’ (‘The Italian Stallion’, en inglés, jugando con el apellido de Stallone) se inspiraba en el personaje real de Charles Wepner, un boxeador casi desconocido pero que tuvo la oportunidad de enfrentarse a Muhammad Ali, en un combate en 1975 que inspiró al personaje de Rocky (1976).
47 años después, una pandemia y -sobre todo- muchos guantazos, ahora se estrena la tercera entrega del spin-off de esta irregular franquicia. Han tenido que pasar cuatro años desde la anterior entrega de Creed II: la leyenda de Rocky para comprobar qué le ha pasado a Adonis Creed (Michael B. Jordan).
Éste, después de dominar el mundo del boxeo, ha hecho grandes progresos tanto en su carrera como en su vida familiar. Cuando Damian (Jonathan Majors), un amigo de la infancia y antiguo prodigio del boxeo, reaparece después de cumplir una larga condena en prisión, se empeña en demostrar que merece una oportunidad en el ring. El enfrentamiento entre estos viejos amigos es algo más que una simple pelea. Pero para ajustar cuentas, Adonis debe arriesgar su futuro para enfrentarse a Damian, un boxeador que no tiene nada que perder.
El filme es también el debut como director de Michael B. Jordan, prometedor actor que ha intervenido en Black Panther: Wakanda Forever (2022), Space Jam: Nuevas leyendas (2021), Black Panther (2018), Cuatro Fantásticos (2015) o las dos entregas previas de Creed.
De hecho, Creed II ya representó la despedida de Rocky Balboa. De ahí que no ha cogido a nadie desprevenido el hecho de que Sly ya no aparezca en esta entrega, que se muestra sólida y que aguanta bien los mandobles de una eléctrica interpretación de Jonathan Majors, al que hace dos semanas ya vimos haciendo del villano Kang el Conquistador en Ant-Man y la Avispa: Quantumanía.
Creed III supone aire fresco para una saga que empezaba a dar signos de agotamiento y cansancio. Por no decir que era repetitiva. Michael B. Jordan ha sabido darle un oportuno crochet a la franquicia, convirtiendo esta apuesta en un combate del que sale vencedor. Supera con creces a la anterior entrega, mientras da un golpe en el cuadrilátero para indicarnos hacia dónde va el futuro del púgil, que logra que la serie no se estanque y siga avanzando. ¿Se echa de menos a Stallone ‘Balboa’? No. Por el contrario, ese renovado enfoque consigue su objetivo: que aquel sparring que era Adonis Creed (el hijo de Apollo, rival y amigo de Rocky) se transforme en un campeón con gancho.
Los combates son vibrantes, la fotografía de Kramer Morgenthau obtiene unos resultados efectivos y la música de Joseph Shirley sustituye a la clásica de Bill Conti. Un conjunto que recuerda la mezcla de una película manga con el Toro salvaje de Scorsese (1980), salvando las distancias.
Y un detalle final, la película cuenta con un particular cameo: el del mexicano Saúl ‘Canelo’ Álvarez, actual campeón mundial del peso supermediano.
La saga se ha relanzado y tiene visos de pasar a ser un peso pesado. Rocky ya tiene su revancha.
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