¡Asombroso!, la sexta edición del Festival Tarragona Sona Flamenc, organizado por el Ajuntament y la Diputació de Tarragona, propone una matinal en domingo, en el Museu d’Art Modern. ¡Una matinal de flamenco! No se... Quizás habría sido más adecuada una hora cercana al crepúsculo, próxima al nocturno, por lo de la invocación del Duende.
Era la hora del aperitivo, uno de los muchachos que siempre saludo al pasar por el vestíbulo del Museo me indicó el camino y la música me condujo hasta la sala del Tapis de Tarragona de Joan Miró y Josep Royo.
Estaba colmada de público, como una reunión de una sociedad secreta, en silencio escuchaban y observaban las evoluciones de la bailaora valenciana Lorena Martínez en la balconada del piso superior del patio, un baile perfectamente sincronizado con la música de Carlos Guerra, una coreografía que me pareció inspirada en los intervalos entre un paso y otro, creando movimientos de gran plasticidad que de haber seguido bajo la influencia académica, habrían pasado desapercibidos, recuperando así para el flamenco, ecos de danzas arcaicas, que en algún momento me recordaron las de la mítica Isadora Duncan. Frente al Mausoleo Lemonier de Julio Antonio, parecía una vestal trágica de la antigua Grecia, y en cuanto atravesó el umbral de la sala y se puso frente al Tapis de Tarragona, como llevada por un trance, con los brazos en alto y apenas sin mover las piernas, encarnó a la niña del tapiz que intenta coger con sus manos estrella y luna, la hija del artista que convaleciente de un grave accidente de automóvil, fue atendida por el Doctor Orozco en el Hospital de la Cruz Roja. Esta historia conmovedora, convertida en danza, fue el colofón del espectáculo.
El bailaor y coreógrafo Jesús Blanco, director del Festival y speaker improvisado, nos condujo hasta la sala de actos, donde nos enteramos que Carlos y Lorena, se habían conocido apenas una hora antes de la representación, que sin serlo, podría considerarse en parte improvisada.
La proyección del audiovisual Compañero del alma sobre la elegía a Ramón Sigé, de Miguel Hernández, interpretada por el ‘infant terrible’ del flamenco, el cantaor El Niño de Elche, con música del Kintsugi de Jesús Blanco, fue un revulsivo que nos dejó petrificados. Un cante profundo y exquisito que dio a la elegía un poderoso sentido de adiós.
Acabada la proyección una animada charla, entre El Niño de Elche y la cantaora de Huelva Rocío Márquez que nos introdujo en los entresijos de la creación, los pros y los contras, el exceso de conocimientos o la falta de los mismos. Los referentes y sus contradicciones. Artistas cercanos y apasionados que a pesar de las constantes citas, supieron conectar con un público entregado.
Si bien el esquivo Duende lorquiano, estuvo a punto de manifestarse pero no lo hizo, fue probablemente porque éstas no son horas para el Duende.