Un ukelele con uno de los trastes fuera de sitio, unas zapatillas viejas, una mochila con el asa rota o cajas de cartón vacías. Lo que para muchos puede ser basura, se convierte en una oportunidad para enseñar en el instituto Mar de la Frau, en Vilafortuny. Durante dos horas a la semana, los alumnos de 3º de la ESO cambian los cuadernos y los bolígrafos por las agujas, la plancha y la cola. Estudian maneras de reducir la huella humana, adquiriendo habilidades para convertirse en adultos conscientes y comprometidos con el planeta.
El Mar de la Frau es uno de los centros acreditados Erasmus. Fruto del intercambio con institutos de Suecia, importaron el modelo nórdico de enseñar a los alumnos labores del día a día de la vida adulta. «Una alternativa a la educación habitual, que les prepara para el futuro, aprendiendo a hacer labores del hogar para poder tener una vida activa en casa, con una perspectiva sostenible y saludable», cuenta Cristian Ruiz, profesor y coordinador del proyecto. «La asignatura se basa en las 6 R: reducir, reutilizar y reciclar, que son las que todo el mundo conoce, y ampliamos a repensar las cosas, rechazar y reparar», detalla.
Así, los alumnos aprenden a coser botones, a hacer arreglos de ropa, planchar prendas, saber interpretar las etiquetas... Inculcar a estas edades los problemas ambientales que acarrea la moda rápida y el consumismo es todo un reto. Pero no se queda ahí, la asignatura también abordará otros asuntos como interpretar facturas, preparar presupuestos, leer los ingredientes de los productos o cocinar de una forma saludable.
El instituto cambrilense ha incorporado esta novedosa propuesta dentro de la asignatura de Proyecto Globalizador que el Departament d’Educació incorporó al currículum de secundaria el año pasado y que se basa en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Se trata de una clase troncal, que se imparte en inglés y que se evalúa como cualquier otra.
Blau Balaguer tiene 14 años y es una de las alumnas que está en la mesa de reaprovechamiento. Ha traído un viejo bote de cristal de casa y lo está decorando para convertirlo en un recipiente para velas, «o un bote para dejar los bolis», duda. «Antes de tirarlas a la basura, tendríamos que plantearnos cómo reutilizar las cosas o reciclarlas. Es importante cuidar nuestro planeta y siempre mirar de darle un segundo uso a las cosas», expresa.
Cada día en el aula es provechoso. El reto, buscar soluciones antes de tirar. Un poco de cola caliente hace que el ukelele suene de nuevo como debe; unos rotuladores y un poco de imaginación dan a las zapatillas viejas un aspecto impecable; un par de zurcidos a la mochila rota y, como nueva; algo de tijeras y algo de pegamento y las cajas viejas de cartón se convierten en un útil organizador de cajones. Un pequeño esfuerzo que esconde una gran lección: no tenemos planeta B.