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La banca se suma (tarde) a la guerra del ‘impuestazo’

CaixaBank encabeza la oposición a convertir en definitivo un gravamen extraordinario del que parecen haberse librado las energéticas, tras presentar batalla hace ya dos semanas

04 noviembre 2024 14:39 | Actualizado a 04 noviembre 2024 18:48
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Casi dos semanas después de que el sector energético, encabezado por Repsol, mostrase su oposición frontal a que el gobierno de coalición PSOE-Sumar convirtiese en permanente, en forma de impuesto, el gravamen extraordinario a bancos y grandes energéticas que estaba en vigor desde el año 2022 -como respuesta al encarecimiento de los costes energéticos tras la invasión rusa de Ucrania-, la banca ha decidido ir a la guerra.

Lo anunció el jueves 31 de octubre a través de las dos grandes patronales del sector bancario (AEB y CECA), que -coincidiendo con la presentación de resultados de las principales entidades financieras en España- emitieron dos comunicados en los que se oponían a este impuesto (conocido también como el ‘impuestazo’), amenazando con acudir a los tribunales. Lo hicieron cuando la batalla de las energéticas ya se había saldado con una victoria clara para ese sector, tras el acuerdo alcanzado por PSOE y Junts para liberarlo del futuro impuesto.

Los bancos, que durante las casi dos semanas de refriega pública entre las energéticas y el Gobierno se habían mantenido agazapados, con un perfil público muy bajo, asimilaban ahora que, cuando Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, anunciaba ese mismo jueves que «el problema ha terminado» y retomaban las inversiones en España, se habían quedado solos.

Ese ‘problema’ afectaba ahora, en exclusiva, a un sector bancario que no se había decidido a presentar batalla abierta en apoyo de un sector energético con el que podía haberse aliado, y que pagaba las consecuencias de su inacción.

CaixaBank ha lanzado la advertencia: su sede podría acabar en otro Estado de la UE

El Príncipe, uno de los manuales políticos más citados desde que Maquiavelo lo escribiera en el apogeo del Renacimiento, lo advierte con claridad: «La toma de partido le es más útil [a un príncipe] que mantenerse neutral (...) porque quien gana no quiere amigos sospechosos que no le ayuden en las adversidades; quien pierde, no te protegerá porque no has querido correr su suerte con las armas en la mano». Aunque ha habido buenas palabras entre ambos sectores estos días, la banca ha asimilado que está sola, y en estas condiciones va a tener que librar su batalla.

CaixaBank es la entidad que busca encabezar esta oposición bancaria al ‘impuestazo’. El 31 de octubre, su consejero delegado, Gonzalo Gortázar, lamentaba que «nosotros vamos a pagar la tasa más alta por ser el banco más grande de España. Podemos llamarlo la ‘tasa CaixaBank’».

A partir de aquí, toca ganar complicidades y construir un argumentario. Pero, a diferencia de lo que sucedía hace dos semanas, cuando todavía quedaba una ventana de menos de 48 horas para presentar enmiendas (que luego fue prorrogada), ese margen para la negociación política parece mucho más estrecho ahora, una vez cerrada la aceptación de enmiendas y con una propuesta firme pactada entre el PSOE y Junts.

Tampoco las herramientas de las que dispone la banca para hacer política son las mismas que las de las energéticas. O, por lo menos, no tan claras y directas como lo puede ser la pérdida de una inversión industrial con impacto directo en miles de puestos de trabajo. Hace dos semanas, Repsol amenazó con trasladar a Portugal sus inversiones previstas en España. Entre ellas, un proyecto estratégico de 1.100 millones de euros en el polo petroquímico de Tarragona.

En el caso de la banca, una amenaza de este calibre no parece posible. «Aquí no nos vamos a llevar la actividad fuera», admitió Gonzalo Gortázar durante la presentación de resultados de CaixaBank, pero apuntó a decisiones «graduales, que van poco a poco, no es algo tan visible».

Fuga de sedes

Y lanzó su advertencia: de la misma forma en que esta entidad financiera no tuvo inconveniente en sacar su sede de Catalunya en octubre de 2017, cabe la posibilidad de que, en un futuro, esa sede abandone España, en un nuevo episodio de fuga de sedes, en este caso a escala europea.

No es un brindis al sol. El escenario es real, y tiene mucho que ver con los nuevos vientos que soplan desde la Comisión Europea, que antes del informe Draghi había leído con atención el informe elaborado por Enrico Letta sobre el Mercado Único (titulado Mucho más que un mercado), en el cual completar la Unión Bancaria, mediante la creación de gigantes bancarios transeuropeos capaces de competir con los grandes bancos estadounidenses, es una prioridad estratégica.

En ello están insistiendo desde la Comisión Europea (e insistirán más cuando su Colegio de Comisarios haya accedido formalmente a sus cargos), y a ese fin se están aplicando organismos como el Banco Central Europeo (BCE), que presagia una reconfiguración profunda de este sector en toda la Unión Europea.

El primer ejemplo de calado es la posible compra del alemán Commerzbank por parte del italiano UniCredit, que ha adquirido ya un 21% de acciones de este importante banco local alemán. Porque hasta hoy, todos los bancos de la Unión Europea no dejan de ser poco más que bancos locales, de dimensión estatal, como esos bancos no sistémicos que en EEUU se dedican al cliente minorista y a la pyme, pero no a las grandes empresas del SP 500 o el Nasdaq.

Unos gigantes empresariales que en la Unión Europea no existen hoy (no tenemos los equivalentes a Apple, Microsoft, Nvidia, Alphabet, Amazon...), en parte porque la Unión de los Mercados de Capitales (UMC) no despegará (informe Letta dixit) sin una Unión de Ahorro e Inversiones y sin unos bancos con verdadera dimensión transeuropea, capaces de financiar con toda la potencia de fuego necesaria a las empresas europeas que deberían competir de tú a tú con esos gigantes de EEUU y China.

A eso se refirió el jueves Gonzalo Gortázar, consejero delegado de CaixaBank, en su declaración de guerra al ‘impuestazo’ (o a la ‘tasa CaixaBank’, como él sugiere denominarla): «Cuando llegue el momento de participar en una operación bancaria transfronteriza, ¿dónde se va a poner la sede social con el entorno tributario? Nadie puede sorprenderse cuando los centros de actividad principales no estén en España».

Porque eso, sin duda, va a suceder. Y no necesariamente la sede tiene que permanecer en el Estado miembro de la entidad que compra. Si no, que se lo cuenten a los italianos, que en las duras negociaciones políticas que acompañan a la posible compra del alemán Commerzbank por parte del italiano UniCredit han visto cómo se llegaba a un principio de acuerdo para que la futura sede de ese posible banco transeuropeo esté en Alemania.

Tampoco es novedad. Es la lógica del sector financiero. Quien quiera jugar a ser grande, tendrá que dejar de ser local. Y en esa ambición, los grandes bancos sistémicos transeuropeos mirarán a Frankfurt (heredera natural de Londres en la UE post Brexit), mientras Madrid (y otras ciudades en la UE) asume su rol de periferia local.

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