Tras recibir el Premi Josep Pla por la Vall de la Llum (2022), Toni Cruanyes (Canet de Mar, 1974) regresa al foco con La dona del segle (Columna), una obra que rescata la historia de tres mujeres de su familia para retratar la evolución del feminismo en el siglo XX.
Después del éxito de ‘La Vall de la Llum’ decide rebuscar en la memoria femenina de su familia. ¿Por qué?
Por un lado, porque, escribiendo la historia de mi abuelo, descubrí que mi bisabuela fue la gran protagonista de los momentos más importantes de la primera mitad del siglo XX. Una persona muy fuerte, que había tomado decisiones de las que yo no era consciente, ya que la recordaba como una mujer muy suave y agradable.
De hecho, le cuidaba mucho.
Me consentía mucho (sonríe). Realmente, ella merecía un libro. Empecé a desgranar la relación con su madre, con su nuera, con las hermanas y con mi tía, que forma parte del último eslabón familiar.
Indagar en la vida familiar de sus antepasados, ¿no le generó cierto miedo a descubrir cosas que no le gustan?
Sí que he descubierto que las mujeres se han comportado como las más fuertes debido a las circunstancias que tuvieron que afrontar y que los hombres de mi familia eran un poco más cobardes. Muchas veces ponían el nombre a la empresa, la gestionaban aparentemente, ellos aparecían en público y parecía que tomaban las decisiones importantes, pero he descubierto que no era así. Las mujeres ya tomaban decisiones cruciales en esa época.
El machismo no deja de ser una manera de refugiarte en la cobardía, ¿verdad?
Este es un hilo conductor que muchas familias pueden encontrar si rascan en sus antepasados. Pensé que mi bisabuela era una mujer amable, luego descubrí que era fuerte y al final vi que ese elemento nostálgico de amabilidad, no me servía para definir a las mujeres del siglo pasado. Y no solo eso. Después, a través de mi tía, otras mujeres de la familia y mis amigas escritoras que hablan sobre mujeres, me he dado cuenta de la represión real y del machismo que se vivía en esa época. En el siglo XXI no puedo hablar de mi abuela o de mi bisabuela sin ese prisma. De lo contrario sería una traición.

Habla de esas tres mujeres, de apariencia y situación muy distintas, pero ¿qué había de común entre ellas?
Creo que ellas se querían, a pesar de que en algunas ocasiones se pelearon o discutieron entre ellas. Tenían en común la fuerza de sobrevivir a las circunstancias, de sobrevivir a sus maridos, a sus padres. Hicieron de eslabón entre una generación y otra muy por encima del eslabón nominal. En el libro anterior hablo mucho de la obsesión de mi abuelo por los nombres a través de las distintas generaciones de la familia, pero realmente las que se preocuparon para que ese traspaso generacional fuera correcto son Maria Becana, Teresa y el resto de mis tías.
En ese proceso de búsqueda, ¿hay algún rasgo de su familia con el que no se siente identificado?
Desconocía de mi bisabuela y de mi abuela su dura infancia, porque realmente pasaron hambre. No me lo imaginaba. Entiendo que, cuando yo era pequeño, me consintieran y me hartaran a comer, porque era su manera de decirme que me querían. Dos generaciones no están tan lejos, se encuentran más cerca de lo que pensamos, y esa época pasaban hambre.
¿Hay más?
Otra de las cosas que me ha sorprendido es darme cuenta que una parte de mi familia es inmigrante, concretamente de Aragón, no muy lejos, pero el relato familiar con el que crecí siempre fue muy catalán, arraigado al pueblo.
También ha descubierto que la casa de su abuela era una especie de piso patera.
Siempre se había explicado que en casa de mis abuelos había mucha gente, como algo habitual. Después lo repasas y ves que mi abuela había traído de Aragón, en diferentes oleadas, a varias generaciones de su familia. En términos actuales, la casa pairal de mi familia, antes ejercía como piso patera.
Cambiando un poco de tercio, ¿cómo lleva un periodista público la crítica?
Con bastante deportividad. Llevo varios años en el Telenoticies de Televisió de Catalunya, pero antes también ejercí como corresponsal, entonces hay una parte muy bonita que agradezco mucho por parte de los espectadores o por la gente que viene a las presentaciones de libros. Por otro lado, sobre todo las redes sociales, provocan que una pequeña minoría de haters se retroalimenten y continuamente te conviertes en el blanco de sus críticas. Normalmente son críticas que llevan mi nombre, pero van dirigidas al gobierno de turno. Hace un tiempo nos decían que éramos indepes y ahora socialistas.
Estar expuesto necesita de una gestión emocional personal importante.
Lo llevo con equilibrio, a pesar de algún momento de debilidad. Sobre todo la plataforma X se ha convertido en un auténtico vertedero. Por ejemplo, a estar alturas del siglo XXI, todavía hay gente que me insulta con mensajes homófobos en las redes.
La última, ¿qué le gustaría transmitir con esta obra ‘La dona del segle’?
Me gustaría que, tal y como me pasó con el anterior libro, venía gente que me decía aquella frase de: «A mí también me ha pasado esto o lo otro». Me gustaría que si alguien tiene a una abuela o a una tía cerca, se pregunte cómo era su infancia. Si el libro despierta la curiosidad de algunas familias para saber cómo vivían sus mujeres en el siglo pasado, ya sería fantástico.