La furia de Gemma Blasco

Estreno cine

29 marzo 2025 14:14 | Actualizado a 30 marzo 2025 07:00
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La segunda película de Gemma Blasco comienza al ritmo de una fiesta. Es nochevieja, la música de una discoteca retumba en el local. Las luces son intermitentes. Y Alex, su hermano y sus amigos están en la cúspide de la euforia. La celebración sigue en el apartamento de una de las chicas. Y ahí, Alex es agredida por un hombre, a quien ni si quiera ve. De hecho, de la misma manera que ella no atisba quién es su agresor, nosotros tampoco vemos nada, pues la escena discurre a oscuras, y la violencia se palpa por la oscuridad de la pantalla y por el sonido. La cineasta parece comprender aquí la dificultad de representar lo irrepresentable.

A partir de aquí, “La furia” se instala en las cicatrices, físicas y emocionales, que deja esa violación en la protagonista. Blasco se pega al rostro de la actriz Àngela Cervantes, excelente en el matiz entre la rabia, el desconcierto y las ganas de vivir. En algunos momentos, la película no sabe muy bien hacia dónde ir. ¿Quizá hacia la violencia patriarcal, implícita en la reacción, protectora pero excesiva y ególatra del hermano de Alex, que exige venganza? ¿O acaso en el amor de la protagonista por el teatro? “La furia” alcanza una mayor profundidad precisamente ahí, entre bastidores. Alex, que quiere ser actriz y que trabaja como técnico en una sala donde se está preparando una adaptación de “Medea”, se presenta a un cásting. Alex canaliza su dolor en la interpretación, y eso lo reconoce una profesional del teatro, encarnada ni más ni menos que por Ana Torrent. De repente, la ira, la furia, la testosterona del hermano, la crispación desorganizada, aterriza en un lugar calmo y profundo: entender la ficción como un espacio para trabajar las heridas que nos acompañan.

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