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Unos 2.000 ucranianos han llegado a Tarragona y el 36% ha logrado trabajo

La campaña turística facilita el empleo pero el acceso a la vivienda es complicado

20 agosto 2022 21:03 | Actualizado a 21 agosto 2022 18:40
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Casi 2.000 ucranianos han recalado en Tarragona desde que empezó la guerra, hace seis meses. Es la misma cantidad que había llegado durante los 17 años anteriores a la provincia, según el Idescat. El balance es prácticamente idéntico según los dos indicadores principales: unas 2.000 personas han pasado por el paraguas de la Creu Roja en Tarragona en este tiempo, mientras que entre febrero y junio se han empadronado 1.947 personas aquí, según la estadística del INE.

Prácticamente la mitad, 967, vinieron en marzo, el primer mes tras el inicio de la invasión. El ritmo ha bajado ostensiblemente e incluso hay familias que han vuelto pero la diáspora desde el país del este sigue. «Hay un goteo constante de personas que continúan llegando», explica Emma Pérez, responsable del programa de refugiados de Creu Roja en Tarragona. Una parte incluso ha encontrado empleo, aprovechando en gran medida la excelente campaña turística de recuperación de la Covid-19. Los datos del INE indican que ha habido 524 ucranianos entre febrero y junio que se dieron de alta en la Seguridad Social, es decir, que hallaron un empleo.

Teniendo en cuenta que de los 1.947 empadronados hay que extraer los 508 menores que han sido escolarizados en centros, eso quiere decir que aproximadamente el 36% de los que llegaron han encontrado ocupación.

Hoteles y restauración

«Tengo la sensación de que hay bastantes personas que han podido encontrar un empleo. De limpieza en hoteles, en hostelería. Otra cosa distinta es dar ese salto y empezar a vivir independiente, en un apartamento o en una habitación. Eso cuesta», confiesa Carlos Ferrer, uno de los tarraconenses que fueron a recoger a refugiados y que sigue acompañando a diversas familias en su adaptación.

«Algunos aprovechan que saben inglés para obtener un puesto en el sector turístico. Hay que tener en cuenta que una parte de los que han venido tienen una instrucción elevada y eso facilita las cosas», describe Emma Pérez.

De vuelta a su país

Entrar en esa fase de autonomía no es sencillo, aunque algunos lo logran. Creu Roja ha llegado a dar cobijo a 2.000 personas en Tarragona, pero la cifra actual es de 1.300. El descenso se debe a varios factores: personas que han encontrado un trabajo y han podido valerse por sí mismas; también perfiles que han decidido regresar a Ucrania ante el descenso de la tensión y el conflicto en algunas zonas; y familias que, una vez llegadas aquí, han optado por trasladarse a otro lugar. Ahí se incluye también la reubicación de algunos refugiados en otras zonas para dejar libres plazas hoteleras.

Han llegado a Tarragona tantos ucranianos en estos meses de guerra como en los 17 años anteriores, según los balances del INE y el Idescat

La respuesta administrativa en un primer momento fue formidable. La directiva de Protección Temporal para refugiados de Ucrania en España permitió una acogida rápida que otorgaba todos los derechos a los ciudadanos llegados desde el país. «Estas personas, en esa fase extraordinaria, no pasaban por todo el trámite administrativo para tener el status de refugiadas sino que entraban directamente en el programar para situación de vulnerabilidad. Eso solo pasaba con el caso de Ucrania», cuenta Pérez.

Uno de los requisitos era no tener ingresos previos. Y, ahora, con el paso de los meses, conseguir un trabajo se puede convertir en algo contraproducente.

«Hay casos de personas que están cobrando 1.000 euros y les dicen que no pueden estar cubiertas con la Creu Roja porque ya tienen ingresos. Pero claro, tenemos el ejemplo de una chica, con un niño pequeño, que sí está trabajando, pero cobra 1.050 euros y está en Salou. Vive en un apartamento en el hotel donde trabaja y ahora lo tiene que dejar, se tiene que ir. ¿Dónde encuentras ahora en verano un piso o una habitación? Te puede costar 300 o 400 euros, eso es casi la mitad del sueldo», cuenta Viktor Kazmiruk, un ucraniano instalado aquí que ayuda a los recién llegados. «Hay otra chica que trabaja en una peluquería en Reus y está 10 horas semanales pero ya le dicen que no puede continuar con la ayuda de Creu Roja. Con 1.000 euros al mes, habiendo trabajado solo dos meses no puedes hacer nada. Las cuentas no salen», denuncia Kazmiruk.

Acompañamiento constante

Desde Creu Roja aclaran que la entidad solo se guía por los baremos que instaura el ministerio. «En la primera fase uno de los objetivos es prepararte para la autonomía. El objetivo son aquellas personas sin ingresos. Una vez los tienen, nosotros no les dejamos desatendidos, les seguimos acompañando por ejemplo a nivel jurídico, les damos apoyo en lo que van necesitando. Los topes del programa no los decidimos nosotros. Si solo tienes un trabajo de media jornada o de algunas horas, eso no es suficiente, y sigues dentro del programa y recibiendo ayuda económica», remarca Emma Pérez.

La responsable del programa de refugiados agrega: «Sabemos lo que hay ahí fuera, cómo de complicado es el mercado laboral y de la vivienda, eso no lo controlamos. Pero intentamos acompañarles en ese proceso, que no les engañen, que no les pongan cláusulas abusivas, incluso a veces mediamos con la persona que les alquila el piso o la habitación».

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