«La Residencial da sensación de abandono. Desde luego no está como el preventorio de la Savinosa, que produce miedo, o como la Casablanca, ya deteriorada, pero le falta mantenimiento. Ver todo el inmenso espacio vacío del comedor da lástima. La cocina está destrozada. Desde fuera no te puedes ni imaginar lo que hay dentro. Causa una gran tristeza observar cómo está un espacio que aún es aprovechable, que todavía tiene salvación». Es la sensación que tuvo el arquitecto Jordi Guerrero cuando pudo visitar la conocida oficialmente como Ciutat de Repòs i Vacances.
Guerrero es una voz autorizada sobre la Ciutat Residencial. Acaba de publicar su tesis final del máster en Teoría e Historia de la Arquitectura en la Universitat Politècnica de Catalunya, con el título ‘Ciudad Residencial de educación y descanso de Tarragona 1954-1959.La organización del ocio obrero en la posguerra española’.
Describe a la perfección la importancia que tuvo aquella instalación, ahora sin un futuro claro, como tantos otros edificios emblemáticos de Tarragona: la Tabacalera, el Banco de España, el antiguo Hospital Mare de Déu de la Salut (‘Casablanca’), el preventorio de la Savinosa... Tarragona, como la Residencial, es la ciudad del abandono. Y, en este caso, es culpa de la Generalitat.
Ninguna oferta seria
ElGovern pretende alquilar el complejo, de 8,6 hectáreas, por 480.000 euros al año. A día de hoy, no hay oferta alguna «en firme». Según explica el delegado del Govern en el Camp de Tarragona, Òscar Peris, «llegan muchas consultas y muchas buenas intenciones, pero sin un plan económico que garantice la viabilidad tienen poco recorrido».
Pese al «estado de progresivo abandono y la degradación del conjunto, con todos sus chalets demolidos y sus diferentes edificios de equipamientos vacíos», Jordi Guerrero defiende «las posibilidades de este espacio natural, prácticamente urbano, para generar nuevos usos y significados (...) Sólo buscando nuevas funciones a edificios cuyo uso parece haber quedado obsoleto, conseguiremos evitar no sólo su desaparición, sino también rescatar la memoria del lugar».
Un resort... o no
¿Y qué usos? El alcalde, Josep Fèlix Ballesteros, defendió en febrero que fuera «un resort de máximo nivel» que reservase un espacio para el Centre Cívic de Llevant. Además las instalaciones deportivas deberían ser «de uso ciudadano». Sus socios de gobierno, Alejandro Fernández (PP) y Josep Maria Prats (Unió) secundaron la idea. Sin embargo, el edil de Urbanismo, Josep Maria Milà, advirtió que el POUM (Plan de Ordenación Urbanística Municipal) no permite que albergue un hotel.
La Generalitat decidió cerrar la Residencial el 31 de diciembre de 2011, justo hace cinco años. El principal motivo fue el alto coste de mantenimiento: un millón de euros anuales. Había sido inaugurada el 6 de julio de 1957 por las autoridades franquistas «no para ser piedra fría de construcciones elegantes, sino para sentar cátedra entrañable de hermandad y afecto», como explicaba la crónica de Juan Potau en el Diari de Tarragona de la época.
Fue la primera ciudad residencial de España. El proyecto correspondió a los arquitectos tarraconenses José María Monravà y Antonio Pujol Sevil y se imbricó perfectamente en su entorno. El complejo es propiedad del gobierno autonómico desde que el Estado transfiriera a las autonomías el patrimonio de la Obra de Educación y Descanso en diciembre de 1980. Dos años y medio después, el 15 de junio de 1983, la Generalitat reinauguró las instalaciones tras unas obras que costaron 100 millones de pesetas (600.000 euros).
Las obras consistieron en la reforma de los chalets con que contaba el complejo y en mejorar las instalaciones comunes como el comedor, la sala de estar, la biblioteca y la sala de televisión. Todo ello costó 300.000 euros. Ahora están cerradas.
Zona deportiva destrozada
Los otros 300.000 euros se invirtieron en la zona polideportiva situada al otro lado de la carretera. Incluía tres pistas de tenis, una piscina de 25 metros, un frontón, una bolera de ocho pistas... Todo ello está ahora abandonado y sucio. Lo invaden las malas hierbas. Hay pintadas por todas partes. Las hileras y paredes de la bolera están resquebrajadas. Otra cuantiosa inversión tirada a la basura por la desidia de las administraciones.