¿Quién no se ha encontrado en alguna ocasión frente a los lineales del supermercado intentando descifrar una etiqueta alimentaria? Saber exactamente qué nutrientes contiene un producto antes de echarlo a la cesta de la compra puede ser un ejercicio imposible por la manera en que, por regla general, están presentadas actualmente.
Con el objeto de evitar este galimatías y empoderar al consumidor, nació el etiquetado frontal Nutri-Score, una herramienta avalada científicamente y defendida por unos ochenta profesionales de diferentes sectores como dietistas-nutricionistas, facultativos de salud pública y medicina preventiva, oncólogos, cardiólogos, pediatras o endocrinólogos. Entre ellos, Jordi Salas-Salvadó y Nancy Babio, investigadores de la Unidad de Nutrición Humana de la Universitat Rovira i Virgili.
«Diferentes estudios de simulación demuestran que es el logo que más fácilmente entiende el consumidor. Es con el que se hace una mejor cesta de la compra, lo que a su vez reduciría la mortalidad por obesidad y aquellas enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares o el cáncer, por ejemplo», cuentan ambos expertos, quienes explican la mecánica de este sistema.
Letras y colores
¿Cómo funciona? Nutri-Score sintetiza en letras y colores lo que es de mejor calidad nutricional de entre los productos envasados y procesados. El algoritmo valora como elementos negativos el sodio, las grasas saturadas, el azúcar o la densidad calórica. Y como positivos, las proteínas, la fibra y el porcentaje de frutas, verduras, leguminosas, frutos secos, aceite de oliva, colza y nuez.
De resultas de los nutrientes del alimento, Nutri-Score lo etiquetará como A-verde oscuro; B-verde claro; C-amarillo; D-naranja y E-rojo. El formato es muy visual, ya que cuanto más intenso es el color verde en la etiqueta, el producto es más saludable. Y al contrario, cuanto más intenso es el anaranjado/rojo, es menos aconsejable. De esta manera, el logotipo aporta al consumidor una información clara, sencilla y rápida al ojo humano en un momento de decisión de milésimas de segundo.
De resultas de los nutrientes del alimento, Nutri-Score lo etiquetará como A-verde oscuro; B-verde claro; C-amarillo; D-naranja y E-rojo.No obstante, Nancy Babio y Jordi Salas puntualizan que Nutri-Score funciona en tres comparaciones precisas en el momento de comprar. « Se pueden comparar productos de la misma categoría. Por ejemplo, si vamos a los lácteos, entre yogures y natillas o entre yogures con azúcar y sin. También se pueden comparar productos de la misma categoría, pero de distintas marcas o alimentos de categorías diferentes, pero que deben consumirse en el mismo momento del día. Es decir, si nos apetece un refresco, haremos la comparación entre todos los que nos encontremos en el lineal», explica Jordi Salas. Este último punto no es baladí, ya que no se debe comparar, por ejemplo, entre una botella de leche y un paquete de magdalenas.
Nancy, por su parte, destaca que hay que evitar hablar de productos buenos o malos. «Es relativo, mejor o peor en relación a los demás expuestos en el lineal». Del mismo modo, escoger siempre verde no significa que se coma de manera saludable. Los expertos recuerdan que «saludable empieza en el mercado. Y son las frutas, las hortalizas, las verduras y los alimentos frescos. Estos no necesitan etiquetaje».
El formato es muy visual, ya que cuanto más intenso es el color verde en la etiqueta, el producto es más saludable. Y al contrario, cuanto más intenso es el anaranjado/rojo, es menos aconsejable.Hay que tener en cuenta, no obstante, que por su composición, algunos productos no obtendrán nunca el A-verde intenso. Es el caso del aceite. «Básicamente contiene calorías y grasas. Sin embargo, el mejor catalogado es el de oliva (C-amarillo) o similares, como el de colza y el de nueces, ya que sus ácidos grasos son saludables», manifiesta Jordi.
Nutri-Score está implantado en siete países europeos. Son Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Suiza. También en España, a priori. Si bien allá por 2018 la entonces ministra socialista Belén Casero lo defendiera, falta un último paso para su obligatoriedad, un real decreto que debe llegar en este primer trimestre del año.
Mientras, grupos de interés y presiones de la industria alimentaria trabajan, en algunos casos, para desacreditarlo. Porque ningún empresario quiere ver una E-rojo en sus productos. Es por ello que el logotipo puede ayudar al consumidor, al mismo tiempo que incitar a la industria a la reformulación. Salas y Babio concluyen que nada es perfecto y que todavía faltan mejoras. «Pero es un elemento más en beneficio de la salud».