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Ikiru

31 julio 2023 18:57 | Actualizado a 01 agosto 2023 07:00
Emilio Mayayo
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Hay muchas cosas que hacen reflexionar o por lo menos nos sirven para hacer un kitkat en algún momento de la vida de uno. Puede ser una palabra, un amanecer, un escrito, una canción, un cuadro, una fotografía, un o una...lo que quieran. Yo les propongo pensar en algo que llega cuando uno se jubila y hay más de diez millones de ciudadanos en este país. En esta fase de la vida uno dispone de más horas para todo lo que ha ido dejando por falta de tiempo. Podemos decir que es cuando uno empieza a vivir.

Nadie debería olvidar al gran cineasta japonés Akira Kurosawa, que a lo largo de sus años de trabajo, o si quieren, su inteligente idea que viendo sus imágenes sirvan para desarrollar la mente y hacerla pensar. De su larga carrera cinematográfica se podrían destacar unas cuantas excelentes películas. Una que me encanta es Ikiru (Vivir) que fue estrenada el 9 de octubre de 1952, cuando yo iniciaba mi gestación en el seno materno. Se trata de una obra de arte con Takashi Shimura como protagonista, que da vida a una viejo funcionario y tras la muerte de su mujer se da cuenta que ha estado desperdiciando el tiempo al enfrentarse al final de su vida, acelerada por un cáncer de estómago. Su propuesta es dar sentido a una vida considerada vacía y rebelarse contra la inercia de la burocracia. Takashi protagonizó más de 200 películas entre 1934 y 1980, siendo actor de 21 de las 30 películas de Kurosawa, entre otras, Kagemusha (señuelo político) de 1980. Otra obra de arte.

También existe una adaptación reciente inglesa al tema con el título de Living del año 2022, dirigida por Oliver Hermanus y con Bill Nighy como funcionario jubilado. Otra del mismo año y con un planteamiento similar lo encontramos en El peor vecino del mundo (A man called Otto). Visión americana protagonizada por Tom Hanks, con situación de un jubilado meticuloso y mujer fallecida hace poco. Tras diversas circunstancias plantea la vida para con los otros. Ambas muestran las ganas de vivir hacia el final de la vida marcadas por derroteros de salud que marcan el futuro próximo.

La jubilación es la fase de la vida en la que uno dispone de más horas para todo lo que ha ido dejando por falta de tiempo. Podemos decir que es cuando uno empieza a vivir

Sin salir del tema, podemos adentrarnos en saber vivir con la novela de Arthur Hailey, The final diagnosis llevada al cine en 1961 por Phil Karlson con el título The young doctors (Vivir es lo que importa, su traducción aquí). Va de médicos. En el departamento de Patología (especialidad médica que desarrollé por más de 40 años y puede que influenciado por la visión de la película) el jefe del equipo, Joseph Pearson (interpretado por Fredic March) sigue los cánones de la antigua escuela. La llegada del joven doctor David Coleman (Ben Gazzara) genera fuertes discrepancias de funcionamiento. Estas se acusan cuando la enfermera de la cual está enamorado el joven médico es diagnosticada de un tumor maligno en la pierna. Hecho que es causa de extremar las discrepancias cuando el viejo doctor sugiere la amputación y el joven es más conservador. Lo que pretendo resaltar es la conversación entre los jóvenes enamorados y cuando de la boca del médico sale la frase que da título a la película Vivir es lo que importa.

En el país donde lo que más predomina es la GILIPOLLEZ, no va bien. Que los gilipollas sean los que más triunfan y los que más se valoran, es que algo huele a podrido. Hecho que es bien conocido por muchos. La gente, la ciudadanía, los que desean más el tener más que el ser deberían hacérselo mirar. Llega un momento en la vida, cuando uno adquiere la madurez, que solo desea vivir. Vivir lo podemos etiquetar que lo importante en nuestra vida es alargar nuestros deseos o bien ser consecuente con nuestros pensamientos, nuestros ideales.

El problema de este país es que nos han metido en la cabeza que todo el mundo podemos ser ciudadanos alfa (leer el Mundo feliz de Aldous Huxley). Sin embargo, estos son escasos y selectos manipulando las mentes de los delta, epsilon u omegas. Por los métodos que sean nos hacen creer (nunca pensar) que podemos tener una casa de ensueño, un Bugati en su garaje, comer caviar todos los días y beber un Petrus. ¡Qué comida de tarro! Es vivir sin razonar y con poco más de mil euros mensuales de salario. Nos impiden pensar y solamente nos esclavizan de maneras sibilinas para ser serviles a los que realmente dominan el globo terráqueo. Deberíamos tener presente lo escrito por el gran Menéndez Pidal y recordado en una charla por Federico García Lorca «Cultura, porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en los que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz».

El problema de este país es que nos han metido en la cabeza que todo el mundo podemos ser ciudadanos alfa. Sin embargo, estos son escasos y selectos

Los que aprendimos de forma directa o indirecta de las directrices marcadas por las técnicas pedagógicas de Celestin Freixet (1896-1966) o las preconizadas con anterioridad por la Escuela Moderna desarrollada por Francisco Ferrer Guardia, asesinado el 13 de octubre de 1909, después de los hechos acontecidos en Barcelona durante la denominada Semana Trágica, tenemos otra manera de ver las cosas. No queremos las cosas impuestas, las vemos con diferente prisma, vasado en un libre aprendizaje, en un desarrollo de lo razonado, no de lo impuesto.

Basta recordar la manera sencilla y simple de estructurar las vidas de los protagonistas de las películas mencionadas para llenar sus futuros con nuevos planteamientos ante su enfrentamiento a la salud tocada y herida. Vivir de manera de dar sentido a su vida sin que nadie se la programe. Se puede decir que la vida es como el café, amarga. Pero uno si quiere la puede endulzar, si usa el raciocinio y su voluntad. Hay que tener muy en cuenta que la vida carece de sentido si no dejamos el mundo mejor de lo que lo encontramos. A lo que podemos llegar como conclusión que la belleza de la vida empieza cuando nos enfrentamos a la muerte.

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