Dicen que tener 2 personas a las que puedes llamar durante la noche y que te cojan el teléfono disminuye nuestro nivel de ansiedad. Nunca en la historia nos habíamos podido comunicar más fácilmente con nadie del planeta pero parece que la tecnología es una herramienta que a la vez que nos conecta, nos aísla y a la vez que podría ser democratizador, crea nuevas brechas. Nunca en la historia había habido tantas enfermedades mentales ni tantos hogares con una persona sola. De hecho, hoy en día existen ya como mínimo dos países con ministerios de la soledad (Japón y el Reino unido).
Más allá de que nos podamos comunicarnos mejor con nuestros seres queridos gracias a la conectividad, las redes o internet y ahora con la inteligencia artificial en cualquier idioma, ahora hemos dado otro paso más allá creando asistentes que pueden emular amigos o incluso parejas. Más que utilizar una red social para ligar, ahora ligamos con la red social.
En China, los novios o novias virtuales son un fenómeno creciente entre los jóvenes que, por falta de tiempo o nuevos hábitos, prefieren socializar con una IA que con un humano. Aunque las IAs sean empáticas, seguimos siendo animales y el roce físico es lo que hace el cariño, no Alexa. Enamorarse de una base de datos y unos algoritmos no sé si es muy romántico, pero si el algoritmo te ayuda a no sentirte solo, te ayuda a leer, a seguir tu día a día o cuidarte, tiene sus aplicaciones más allá del amor, cuidarse y sentirse acompañado.
A lo largo de las historia de la humanidad hemos creado tecnologías en las que hemos delegado acciones como la movilidad, la manufactura, ahora también la toma de decisiones, la creación y en parte, los cuidados. Sea por incrementar la productividad o por falta de mano de obra, tenemos robots camareros, robots cuidadores o sistemas de autoaprendizaje. El envejecimiento de la población y la falta de mano de obra está apresurando soluciones robotizadas. Los robots no son en sí el problema, sino que dependeremos de quien los diseña, produce y controla y están presentes en todos los sectores.
La aparición de las nuevas aplicaciones de la IA ha provocado la conciencia general de las implicaciones y su impacto en nuestra sociedad. Algunos expertos van más allá e indican que es una tecnología que va a cambiar lo que significa ser humano. De hecho, ya actualmente cuesta de discernir cualquier texto o acción que ha ejecutado una IA o un humano. Si consideramos la velocidad con que se está adoptando la IA generativa, ahora tenemos muchos más contenidos, más baratos y a mayor velocidad, contenidos sintéticos. Aquí el reto ahora es como distinguiremos lo humano de lo sintético y como podemos empoderarnos con ellos. La definición, y los riesgos, de la identidad digital de las propias personas e instituciones está cambiando y de momento, el problema no es la inteligencia artificial, es la conducta humana y es por lo que debemos tomar conciencia general del potencial de la inteligencia artificial y formar a la población de Tarragona para saber de qué hablamos cuando hablamos del amor en tiempos de IA, entre otras muchas cosas.