En francés, «¡mierda!» es ambivalente: puede usarse para lamentarse por un evento poco deseable o expresar un sincero aliento antes de una prueba. La portada de The Economist, que sale hoy a la venta, que hace del término que el Mariscal Pierre Cambronne utilizó en Waterloo, su cobertura, puede interpretarse en ambos sentidos. Escrito en un panel de metro parisino, la revista elige como subtítulo: «Francia entra en lo desconocido». Cada uno será libre de su interpretación. En el artículo que dedicamos a la situación francesa, damos cuenta incluso de la discusión que se produjo en la sacrosanta redacción del Economist.
La prensa internacional ha buscado traducir la «profunda crisis política» que afecta a Francia, tras la caída del gobierno de Michel Barnier después de haber comprometido su responsabilidad sobre el presupuesto de la Seguridad Social. Preocupa por sus consecuencias económicas y diplomáticas, en un contexto de múltiples sacudidas internacionales. En la niebla que oculta el futuro del país, «una cosa está clara: la parálisis podría desencadenar una nueva ola de angustia en una de las mayores economías europeas», plantea Liz Alderman del New York Times (NYT). La corresponsal económica del NYT enumera los síntomas de una economía enferma: previsiones de crecimiento a la baja, una cascada de planes sociales y quiebras masivas de empresas, la confianza de los consumidores en descenso, la desaceleración de las inversiones, tasas de interés elevadas, incertidumbre en el mercado laboral, aumento del costo de la energía, huelgas en varios sectores... Por encima de todo, «una deuda y un déficit en auge, resultado de los gastos públicos descontrolados de Macron desde los confinamientos».
Tal situación económica y la ausencia de un gobierno, con la posibilidad de una crisis institucional crónica, abre un oscuro capítulo para Francia. La prensa italiana, la española, la china, la japonesa... están de acuerdo en calificar el mal de Francia como un mal global. Teniendo en cuenta que a Alemania tampoco le luce como a un ramillete de nardos, la Unión Europea entra en el 2025 con un escenario de película de terror. Y esto nos afecta a todos. De Alemania desconocemos el nombre del conductor. No sabemos quién rige la mayor economía europea, ni qué decisiones están por tomar. Llegan noticias de cierres masivos de factorías. Detrás hay que buscar la gravísima crisis de la industria automovilística europea que ha sido el gran motor económico de las últimas décadas. El informe Draghi -que este Diari ha citado hasta la saciedad y que piensa continuar haciéndolo- lo dice claro, o Europa despierta, invierte en su industria, en su energía o nuestro futuro como parque de atracciones al aire libre está asegurado. Francia es solo el inicio.