El tarraconense Raül Font-Quer posee un currículum tan amplio y variado que resulta difícil definirle. Biólogo, ingeniero técnico agrícola, farmacéutico, abogado... Esposo, padre –tiene dos hijos–... Profesor de Botánica, expresidente del Nàstic, exconcejal de Tarragona, exdelegado de Joventut de la Generalitat, presidente del Gremi de Pagesos, comerciante, empresario, vicepresidente de PimecComerç y de la Asociación de Farmacéuticos de la provincia, miembro de la junta directiva de la Asociación Española contra el Cáncer... Y desde el 1 de julio, el primer tarraconense que gobierna el Distrito 2202 del Rotary Club, que incluye los clubes de Cantabria, País Vasco, Navarra, La Rioja, Aragón y Catalunya. Un ‘hombre del Renacimiento’, pues.
¿Cómo lo hace? ¿De dónde saca el tiempo?
Pues la verdad es que no lo sé, pero no me aburro nada. Mi problema es que no sé decir que no. Siempre me ha gustado trabajar por Tarragona.
Como el perejil, está en todas las salsas. ¿Le merece la pena?
Todas estas entidades al final te devuelven mucho más de lo que tú les has dedicado. En sabiduría, en contactos, en experiencias, en formación humana... Y eso me llena mucho. Por eso me enredan enseguida.
«Mi abuelo fue el mejor botánico español del siglo XX. Y mis hijos son la quinta generación de farmacéuticos de la familia»
Pero su vida ha estado muy ligada a la farmacia.
Sí, formo parte de una saga familiar farmacéutica. Mi abuelo fue el mejor botánico y farmacéutico español del siglo XX. Y mis hijos son la quinta generación de farmacéuticos de la familia.
O sea, que en su casa no se pregunta qué se va a estudiar.
Sí, eso parece. Pero mira, cuando yo fui a Barcelona a estudiar, en 1975, aún vivía Franco. Eran tiempos en que nos llegaban los ecos del Mayo del 68 francés y había cierto espíritu de rebeldía. Yo me sumé a aquel ambiente, y un poco por llevar la contraria a mi padre de alguna forma, no estudié Farmacia, sino Biología.
Pero después reculó y sí estudió Farmacia.
Sí, cuando mi padre falleció, en 1991, para no perder la farmacia. Terminé la carrera simultáneamente con mi hijo.
Pero antes, además de Biología, estudió otra carrera.
Sí, cuando estaba en cuarto de Biología comencé Ingeniería Técnica Agrícola. Tenía una Vespa con la que me desplazaba por Barcelona de la Facultad de Biología a la escuela de Ingeniería, zigzagueando entre los coches.
Y, no contento con esos tres títulos, aún cursó otra carrera.
Sí, ya mayor estudié Derecho. Me pareció que para dedicarme a la política me podía ser útil.
«No sé de dónde saco el tiempo, pero no me aburro. Mi problema es que no sé decir que no. Siempre me ha gustado trabajar por Tarragona»
Acabar cuatro carreras no es fácil. ¿Cómo lo ha hecho?
Hay gente que cuando sabe esto me dice que soy muy inteligente, aunque yo les respondo que no, que soy muy tonto, porque mira todo lo que he tenido que estudiar para poder ganarme la vida.
Tengo entendido que su primer empleo no tuvo nada que ver con estos estudios.
No, mi primer trabajo fue como profesor de francés en el Instituto Politécnico de Valls. Lo estudié en la Escuela Oficial de idiomas, entre clase y clase.
Imagino que de todos esos títulos habrá alguno por el que sienta más atracción.
Soy un apasionado de la botánica. De hecho, tengo varios libros sobre árboles. Y ahora preparo otro con mi hija sobre la vegetación que hay en el entorno de Tarragona. Yo soy más fuerte en la parte botánica y ella, en la farmacognosia, el estudio de las virtudes medicinales de las plantas. Espero que vea la luz pronto.
¿Y cómo está Tarragona en cuanto a cantidad de árboles?
Los arboles son fundamentales, explican la magia de la vida. Siempre es bueno contar con muchos en la ciudad, porque hacen más puro el aire y mejoran su calidad, además de aportar sombra y frescura. Tarragona está bien rodada de masas arbóreas y sus avenidas están bien dotadas de árboles.
¿Y son las especies más adecuadas?
Lo ideal sería que hubiera más encinas. Si el hombre no hubiera llegado nunca a Tarragona, esto sería un encinar. Excepto en la margen del Francolí, que tendría olmos, fresnos, sauces y otros árboles típicos de la ribera de un río, y la primera línea de costa, donde domina el pino blanco. En la ciudad se ha optado por la tipuana, que crece con rapidez y da buena sombra.
Es obvio que la botánica le apasiona. Pero, ¿ha ejercido en todas las profesiones que ha estudiado?
No, al Derecho no me he dedicado nunca.
Pero a la política, sí. Y lo estudió por eso, ¿no?
Sí, en política viví una etapa muy intensa. Durante 14 años fui delegado de Joventut de la Generalitat, cuando este cargo abarcaba toda la provincia, incluidas las Terres de l’Ebre. Fue una etapa muy maja de mi vida.
También estuvo en el Ayuntamiento de Tarragona.
Sí, durante cuatro años lo compatibilicé con ser teniente de alcalde en el gobierno de Joan Miquel Nadal. Trabajar con él era como hacerlo con un huracán y un volcán a la vez. Hicimos mucho por la ciudad. Luego nos mandaron a la oposición y pasé los cuatro años más aburridos de mi vida, aunque aproveché para acabar la carrera de Derecho.
¿Y no ha sentido la tentación de volver a la política?
No. Te quema mucho. Yo lo dejé porque mis hijos estaban creciendo y me daba la impresión de que me estaba perdiendo muchas cosas.
Pero seguro que habrá tenido algunas propuestas.
Sí, incluso para encabezar alguna lista al ayuntamiento. Pero hay que dejar paso a la gente joven. Yo ya hice mi contribución.
«Fui teniente de alcalde en el gobierno de Joan Miquel Nadal. Trabajar con él era como hacerlo con un huracán y un volcán a la vez»
Exalcaldes y exconcejales como usted poseen un amplio conocimiento de la ciudad. ¿Se les saca provecho?
A los veteranos no nos sacan provecho. Y podemos contribuir de forma totalmente gratuita y sin cargos, como una especie de sanedrín que dé su opinión en temas de ciudad. La universidad tiene catedráticos eméritos, pero el mundo de la política es más cainita.
¿Se desprecia el valor de la experiencia?
Sí, aunque la Política, con mayúscula, también se puede hacer desde otros estamentos. El poder de la sociedad civil es fundamental para hacer política en un sentido amplio.
¿Desde las entidades? Usted preside el Gremi de Pagesos.
Bueno, sí, es un hobby que viene de familia. Tenía un tío –por edad era casi un abuelo– que salvó el Cristo del Santo Sepulcro en la guerra civil, escondiéndolo en su casa. Fue como un segundo padre para mí. Fue presidente del gremio y cuando yo tenía ocho años ya me llevaba a la procesión. Desde entonces solo he faltado dos veces: una, porque me rompí la pierna, y otra, porque tuve que ir a L’Alguer. Nunca más he estado fuera de Tarragona el Viernes Santo. Forma parte de una liturgia, de mi manera de ejercer el tarragonismo.
Y organiza los Tres Tombs.
Sí, es una tradición a la que no podemos renunciar porque nos dice de dónde venimos.
La última edición se vio salpicada por cierta polémica.
Recibimos críticas de los animalistas. Yo lo respeto todo, pero estos animales llevan con el hombre desde que existe la agricultura y han sido domesticados para ejercer unas funciones. Para un agricultor el animal es su mejor amigo, el mayor tesoro. Y los que crían animales para participar en los Tres Tombs son los primeros interesados en el bienestar y la salud animal. Un animal domesticado, de carga, de vez en cuando tiene que transportar carga.
¿Pero no llevan mucho peso?
No, los carros de los Tres Tombs son decorados, como los de PortAventura, no pesan. En ningún caso hay el mínimo maltrato al animal. A lo mejor no lo hemos sabido explicar bien.
Y, como estaba en pocas salsas, ahora es gobernador del Distrito 2202 del Rotary Club.
Sí, supone todo un reto. El Rotary es una organización diferente, su objetivo es fomentar la amistad y las relaciones profesionales. Muy pronto, en 1917, doce años después de su nacimiento, se creó la fundación rotaria para hacer proyectos en beneficio de la comunidad.
«En ningún caso hay el mínimo maltrato al animal en la fiesta de los Tres Tombs. A lo mejor no lo hemos sabido explicar bien»
Existe cierta percepción de que es un club elitista que practica la caridad.
No es solo una ONG, porque su objetivo principal es el fomento de la amistad. Y, además, desarrolla proyectos de solidaridad. El más visible es la lucha por la erradicación de la polio, reconocida incluso por la OMS. Recogemos al año entre un millón y millón y medio de dólares para este fin, y la fundación de Bill y Melinda Gates aportan dos dólares por cada uno que da el Rotary. Teniendo en cuenta que cada vacuna cuesta 50 centavos, gracias a esto se libra de esta enfermedad a millones de personas. Y, a nivel local, damos más de 6.000 euros a los padres del Loreto para una escuela que tienen en Camerún. Este año también hicimos un acto para recaudar fondos para la Fundació Bonanit. Hay mucha gente que es rotaria y no lo sabe. Hay que atraerles.
¿Cómo? ¿Qué le ha aportado el Rotary a usted?
Más de lo que yo le he dado. Me ha permitido conocer a mucha gente, aprender don de gentes, una mayor sensibilización de que soy un ciudadano del mundo... Te abre las ventanas, te ofrece la posibilidad de conocer otras culturas, otras religiones y otras formas de ser que te llenan muchísimo. Y la posibilidad de ser amigo de 50 grandes tarraconenses que forman parte del club.
¿Qué le pide al alcalde?
Que se ocupe de la ciudad y que colabore con las demás formaciones para encontrar soluciones a los problemas comunitarios. Que no haga política de partido, sino de ciudad. Los grandes alcaldes que dejan huella son los que no son sectarios, los que trabajan por el conjunto de la sociedad sin pensar en su partido.
Siempre se dice que Tarragona tiene un gran potencial. ¿Qué le falta para despegar?
Creérselo. El gran problema de Tarragona es que no se lo cree.