«Los niveles de acoso son altos. Es un grave problema de salud pública. Y a veces encontrar ayuda es muy difícil. Si una persona con 16 años se siente triste. ¿Qué hace? ¿Dónde va? Deberá pagar un psicólogo privado, que le puede costar 45 o 50 euros por sesión y muchas familias no se lo pueden permitir», explica Jorge-Manuel Dueñas, profesor del Departament de Psicologia de la URV y experto en implicación familiar y desarrollo socioemocional. El docente recalca la necesidad de «no centrar el acto sobre la víctima»: «Seguramente en un determinado momento los padres o los profesores de esos agresores han visto indicios, pero socialmente muchas veces se tiende a hacer la vista gorda».
Para Dueñas hay una parte del problema que debe partir del tratamiento de la salud mental, que supone toda una emergencia y vigilas sobre todo los efectos sobre las minorías. Las redes son un factor decisivo: «El acoso ahora puede ser constante y eso hace que sea más difícil cambiar de entorno. Antes te podías cambiar de colegio y ya está. Ahora sigue tu huella digital ahí y eso dificulta mucho las cosas».
Ansiedad, bajo rendimiento académico y retraimiento social son algunas de las consecuencias. «Siempre queda latente y el impacto no se ve en el instituto, sino en los primeros años de la adultez», añade Dueñas.
La psicóloga Clàudia Rossy señala que en los últimos años se han agravado «los factores que hacen vulnerables a los adolescentes», entre los que menciona «la presión que ejercen las redes sociales, la confusión en torno al proceso de la búsqueda de identidad, la adicción a las nuevas tecnologías, las modas que promueven hábitos de vida no saludables, la hipersexualidad o la falta de límites en los estilos educativos».
Educar para prevenir
Es muy complicado definir exactamente qué es lo que provoca que se den estas agresiones. Según Montse Domènech, psicóloga y tesorera de la Junta Rectora de la Delegación Territorial de Tarragona del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya, «puede pasar por mil factores, lo que está claro es que la persona agresora no sabe regular su propia conducta, y esa frustración o esa baja autoestima pueden estar provocados por muchos motivos».
También tienen que ver los compañeros de clase, ya que pueden reflejar un refuerzo positivo en caso de que aprueben continuamente los actos de la persona que ejerce el acoso, que se puede sentir más «líder».
Así, se puede dar el caso en que la víctima no se rebele. En palabras de Domènech, «por eso es importante que las personas que están alrededor lo vean y lo paren». Cuando se es partícipe, se puede actuar de diferentes maneras: ser acusador, defensor de la víctima o simplemente observador. «Un individuo puede tener la percepción de que sus actos no repercuten mucho, pero resulta que, cuando se van repitiendo y además se producen en grupo, la situación se agrava», apunta Domènech.
Por este motivo, los expertos insisten en que se debe «ayudar también a los agresores para que sean plenamente conscientes de que sus actos tienen consecuencias». «Un estilo de parentalidad que no pone límites es muy negativo, al igual que el que pone demasiados, ya que al final el niño no sabe cómo actuar; lo que pasa en la escuela es un reflejo de la sociedad; antes, teníamos que esperar para cualquier cosa, pero ahora, los niños están acostumbrados a tenerlo todo mucho más rápido», añade Domènech.
Para prevenir comportamientos como el que provoca el acoso escolar, es importante que las familias trabajen en la gestión de emociones como la empatía, el respeto y la tolerancia desde que los niños son pequeños. Para Domènech, «podría ser que hubiera una crisis de valores, pero la verdad es que no parece que el número de casos de acoso sea mayor ahora que hace unos años, ni menor tampoco».
Lo que sí que está creciendo es el ciberacoso: «El acceso digital llega demasiado pronto, y es algo peligroso que puede generar adicciones», expresa Domènech. «Si los psicólogos pensáramos que la conducta humana no puede cambiar, no seríamos psicólogos», sentencia, mostrando así su optimismo de cara al futuro.