Le acaban de hacer Socio de Honor del Centre de Lectura de Reus de forma unánime, una distinción que reconoce su perseverancia y dedicación durante casi cuatro décadas a la entidad. Además de secretario general de la Secció de Ciències Exactes, Físiques i Naturals, sus funciones corresponden principalmente al funcionamiento y mantenimiento del Observatorio Meteorológico que el Centre alberga en su tejado.
Jordi Bruno explica que «su tarea es medir los datos de temperatura, lluvia, humedad, viento, insolación... durante el día y continuar la serie climática que se inició en julio de 1948». Porque, aunque él lleva encargándose de la estación desde los años 80, fue el Dr. Enric Aguadé quien renovó las instalaciones después de la Guerra Civil y retomó el registro de datos.
Por aquel entonces, ya se medían temperaturas y lluvias, y en ese sentido es una información muy completa que no puede perderse. «Intentamos seguirla para tener la evolución del clima de Reus en los últimos años», señala el observador. Además, tratándose de una estación urbana, esta tiene unas particularidades distintas a la que acoge el aeropuerto, porque siempre es más cálida que en campo abierto.
Al mismo tiempo, se encarga de mantener instrumentos como antenas, pluviómetros, termómetros, anemómetros o veletas, y agradece la cesión de organismos oficiales en cuanto a instrumentos, lo que asegura su inmediata reparación y le permite tener contacto con la gente que pasa por el Centre. Sin duda, reconoce que garantizar el suministro continuo a AEMET y Meteocat comporta grandes beneficios sociales.
El responsable del Observatorio admite que su verdadero oficio –una empresa de frutos secos– no tiene nada que ver con esta afición. Sin embargo, se trata de un interés que ya tenía de pequeño, cuando simplemente era socio del Centre de Lectura para las clases de solfeo. Un joven Bruno tenía inquietud por el clima, «un interés especial por observar todos los fenómenos», según cuenta. Y, de hecho, recuerda que siempre «se preguntaba por qué no nevaba en Reus».
De sentir curiosidad al ver a un empleado de la casa subir al tejado a hacer lecturas meteorológicas hasta que le presentaron a su predecesor, cuando este ya no pudo encargarse del Observatorio por problemas de salud, Jordi Bruno fue conociendo la labor que acabaría desempeñando. Es más, destaca que, cuando empezó, «se pensaban que era una cosa supermoderna, en aquella época todo parecía ciencia ficción» porque tenían muy pocos medios.
En sus inicios, reivindica que el registro salió adelante gracias a los radioaficionados y al Radioclub reusense, porque todos los equipos funcionaban con antenas y ondas radiofónicas. Fue una especie de win-win, ya que ese era el único modo de recibir información meteorológica de otros países y los locutores no sabían interpretar los mapas que otros enviaban a sus receptores.
«Ahora, la gracia de los aficionados, que somos muchos en Catalunya, es que con las nuevas tecnologías estamos todos conectados», comenta. Comparten un grupo de WhatsApp para comunicarse entre estaciones y también hay profesionales que les ayudan a interpretar los registros. Al final, «el trabajo de la gente aficionada es recoger datos», afirma satisfecho de su labor, aunque ahora todo sea mucho más sencillo a través de Internet.
«Esta afición resulta que ahora será trending topic porque cuando empecé, el cambio climático no existía y ahora es un tema preocupante, algo que no controlamos», evidencia ante la tendencia negativa mundial. A su vez, le preocupa el relevo de sus tareas y prevé que la estación manual pronto será sustituida al 100% por estaciones automáticas, que mejorarán su precisión y pasarán de ser un refuerzo al receptor principal.
Mientras, Jordi Bruno disfruta de unas vistas privilegiadas desde su puesto: puede ver el mar, las puestas de sol y las montañas del Baix Camp. Es más, si nadie deja abiertas puertas que no deben, solo él tiene acceso a ese pequeño «lujo» en el que únicamente el campanario de la Prioral supera en altura al Observatorio Meteorológico de la ciudad.