Ya afirmaba Pere Anguera que «Antoni de Bofarull era una síntesis perfecta del personal de la Renaixença». Lo hacía prácticamente un siglo después de su muerte y ya entonces era tan admirable como sorprendente la multiplicidad de oficios y actividades que convergieron en un reusense que nació, brilló y murió incluso antes del año 1900. Abogado, archivero, escritor –en verso y en prosa–, dramaturgo, historiador, lingüista y traductor están entre las muchas vertientes que definían a Antoni de Bofarull i Brocà.
Era muy joven cuando se inició en el mundo de las letras, posteriormente estudiaría Derecho y trabajó en una casa de negocios. En 1841 fundó el periódico satírico El Hongo y colaboró en el Diario de Barcelona y en El Sol escribiendo artículos de crítica teatral. En general, todo lo que hizo este Fill I·lustre de Reus contaba con un distintivo honor patriótico, con el que reivindicaba la lengua catalana y su presencia social e institucional. Así, el «hombre de los mil oficios» lograría reestablecer los Jocs Florals de Barcelona.
Los ’Jocs Florals’ de Bofarull
La literatura catalana debe a Antoni de Bofarull algunos principios que marcaron los tiempos: un diccionario en catalán, la primera gramática redactada con rigor que fomentaría la estandarización del idioma, la primera antología poética contemporánea, la primera novela en catalán desde Tirant lo Blanc y la primera historia general de Catalunya que trataba temáticas globales basándose en fuentes científicas y documentos originales, además de las primeras memorias de comunidad.
Como catalizador y responsable de estos proyectos, el historiador ya tendría un «lugar» distinguido en la evolución colectiva. Pero Bofarull fue más allá, y por ello es un personaje clave de la Renaixença. Enseguida apostó por recuperar los Jocs Florals y terminó ejerciendo de secretario general del certamen con su restauración. «Intentaban que el catalán se reconociese», señala el historiador Jaume Massó, «que la gente hiciese poemas en catalán, se escribiese teatro en catalán, cuando la mayoría de publicaciones eran en castellano», completa.
Eso sí, su labor fue exclusivamente literaria, no participó activamente de la política catalanista. El impulso de Antoni de Bofarull iba dirigido fundamentalmente al ámbito cultural, pues todo –incluidos los periódicos y publicaciones revistas– estaban por desarrollar. Como describe Massó, «salvaron el catalán porque al gobierno estatal no le interesaba, no había apoyo, y tuvieron que espabilarse los propios catalanes».
La gran colección con la que contribuyó el reusense ayudó a extender la lengua. Desde sus poemas publicados bajo el seudónimo «Lo Coblejador de Montcada», hasta sus últimos recopilatorios de costumbrismo local, fue un defensor de la lengua y cultura catalanas. También, fue socio honorífico del Centre de Lectura de Reus y de otras instituciones como la Acadèmia de Bones Lletres, la Academia de Historia de Madrid, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística o la Sociedad Arqueológica de Bélgica.
Incontables ensayos, discursos y monografías llevan su nombre, y más de cien títulos, entre artículos y libros, confirman que, de un movimiento literario, hizo su vida y de su inquietud, una pasión.
Una historia propia
Es por eso que, pese a haber sido históricamente confundido con su hermano Andreu, él tuvo su propio camino, de un trabajo incansable y una dedicación máxima que le llevaría a ser uno de los grandes historiadores de Catalunya. Muchas traducciones y restauraciones de crónicas antiguas se siguen conservando gracias a sus tareas como archivero real.
Es más, aunque resulte más desconocido para muchos reusenses, siempre tuvo presente a su ciudad natal en obras como La mancha del siglo, Pedro el Católico, rey de Aragón, o Medio Rey y medio vasallo.
Desde aquel 3 de noviembre de 1821 han pasado doscientos años y muchos estudios y biografías que tratan sobre Antoni de Bofarull i Brocà. Todavía hoy se recuerda a este reusense ilustre con una calle que une el paseo Prim y la avenida dels Països Catalans.