Una historia de bicis y patinetes en Tarragona

12 agosto 2024 20:32 | Actualizado a 13 agosto 2024 07:00
Xavier Fernández José
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Perdonarán que hoy narre una experiencia ‘circulatoria’ que viví ayer por la tarde en Tarragona ciudad. Eran poco más de las 15 horas cuando yo conducía por el Moll de Costa, junto al Museu del Port y los tinglados, en dirección al Serrallo. En sentido contrario, un ciclista circulaba por la calzada tan tranquilo cuando tiene habilitado un carril bici. El coche que iba detrás del ciclista tenía que ir a ritmo de tortuga. Cierto que la zona está limitada a 30 kilómetros hora, pero ¿por qué el ciclista se creía un coche y no pasaba por donde le tocaba?

Unos metros más allá, junto a la gasolinera del Serrallo, un hombre iba en patinete por la calle Real. El individuo transportaba un enorme bote de pintura e iba sentado sobre el mismo. Me pilló el semáforo en rojo y pude observarle. Tuvo que parar dos veces para mantener el equilibrio. A saber si no podía llevar el bote en bus o a pie, pero conducir así suponía un peligro para si mismo y para los coches que le seguían.

Y, finalmente, en la calle Jaume I esquina Mallorca, un chaval circulaba a toda velocidad por la acera. Cierto que en esa zona no hay carril bici y la acera es ancha, pero no dejaba de ser también un peligro.

Los automovilistas debemos ser cívicos y pensar en los ciclistas y los conductores de patinetes, faltaría más, pero ellos deben también respetar las normas y no poner-se-nos en peligro.

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