Soy un enamorado de los castells porque son la esencia de la vida. Cualquier cosa es posible si todos colaboramos en un fin común. Todos somos importantes: desde el más fuerte al más pequeño, desde la persona a la que todo el mundo contempla a la que permanece oculta pero que es esencial para mantener erguido el castell. Que es tan digno un macroobjetivo del que puede permitírselo (un castell de gama extra de alguna supercolla) a un pequeño sueño cumplido (un castell de mucha menor altura pero que resulta el Everest para una colla pequeña).
Como diría el mítico Cruyff, se me pone «gallina de piel» cuando veo las expresiones de alegría, de tristeza, de concentración máxima... de las y los castelleras y castellers. No dejo de admirar la valentía de la canalla cuando escala el castell y contempla la vertiginosa altura que les separa del suelo. Y me dan ganas de abrazar al pequeño o pequeña que baja de repente a medio castell porque le nota algo ‘raro’.
Hoy es imprescindible rendir homenaje al cap de colla de la Vella, Manel Urbano. Los de Valls podían haber intentado superar a los Castellers de Vilafranca, pero Urbano optó por la prudencia. «Hay personitas que valen más que los números», explicó en alusión a que no quería poner en riesgo a la canalleta. Más que nunca, Urbano hizo realidad el lema casteller: ‘força, equilibri, valor i seny’.