No hace falta haber perdido un hijo para entender de qué se trata. No porque hayas procreado de forma natural o nunca lo hayas hecho no puedes discutir la legislación sobre reproducción asistida o maternidad para otros. No es necesario ser pobre para luchar contra la pobreza ni tener una enfermedad terminal para tener una idea de cómo quieres que sea el final de tu vida. No es necesario ser inmigrante para discutir sobre los retos de la inmigración ni ser mujer para discutir de la violencia sexual o de la perpetua discriminación. No hace falta creer en Dios para hablar de Dios, ni ser del Barça, del Nàstic o del Real Madrid para hablar del Barça, del Nàstic o del Real Madrid. En resumen: la lógica de que sólo puedes opinar sobre un tema si lo plasmas en tu biografía es la lápida sepulcral del pensamiento abstracto. En definitiva, es la negación de la inteligencia en favor de la experiencia. Y la experiencia es útil, por supuesto, pero no suficiente. Por otro lado, no es obligatorio tener una opinión sobre todo. El universo puede sobrevivir sin nuestras opiniones. También podemos estar abiertos a escuchar y a dejarnos convencer. Podemos dudar. Además, siempre es posible permanecer en silencio.
Elogio de la duda
04 junio 2024 18:23 |
Actualizado a 05 junio 2024 07:00
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