Faro

07 septiembre 2024 22:19 | Actualizado a 08 septiembre 2024 07:00
Natàlia Rodríguez
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Vivir en una isla es el sueño de muchos. Vivir en una isla sueca es el sueño de todos los que crecimos con Pipi Calzaslargas como referente moral, cultural y gastronómico (y estético). Vivir en una isla sueca en la que vivió un genio, es un sueño casi imposible. Recuerdo la primera vez que oí hablar de él, porque en la televisión de la época sus películas se daban los sábados por la tarde en La Clave. El título era Fresas salvajes. Yo creí que era algo de frutas, pero como en mi casa no había restricciones culturales, podías ver películas de Ingmar Bergman como si fueran de Walt Disney. Ví mi primera película de Bergman sin pestañear. Desde ese momento, me persiguen esos personajes, esa luz, esos diálogos. Bergman habitó la isla de Faro, en el mar Báltico. Allí hizo su casa, su mundo. Ingmar Bergman es el hombre absoluto, el artista absoluto. Cine, teatro, literatura. Fårö es una isla de solo 18 kilómetros de longitud y 7,5 de ancho, situada en la provincia de Gotland. Bergman había descubierto aquel lugar en 1960, los vientos inclementes del invierno frente al mar, vio un barco naufragado encallado en tierra, vio una playa pedregosa. Vivir en esa isla ha de ser un sueño, dentro de su sueño. El de Bergman.

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