No asistir a los debates de la campaña electoral ha hecho posible que a Rajoy se le eche de menos, cuando muchos le estaban echando de más o querían simplemente echarlo. Su breve mutis por el foro está dando pie a ciertas especulaciones, algunas sin pie ni cabeza. Los políticos son plúmbeos, al margen de su peso específico y saben que ausentarse de un primer plano de vez en cuando les favorece. Ya lo supo el emperador Tiberio, con el que por fortuna no tiene nada que ver nuestro todavía presidente. Cuando se fue a Capri dijo: «Voy a ausentarme para hacerme amar». En su caso era una empresa imposible porque aquel romano de bronco y resentido carácter fue un plusmarquista en el deporte que entonces más se llevaba, que era matar cristianos. Su receta era buena, ya que su tiempo no existía el NODO, ni había vídeos. Ni siquiera los grandes oradores podían reclamar desde las pétreas tribunas al artículo 155.
Eludir el debate más importante y comparecer en todos los demás quizá sea una buena estrategia. El tiempo lo dirá y ya falta poco para que hable por su múltiple boca democrática. Parece que el PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos están igualados en las grandes provincias, que si bien se mira son sólo grandes si las comparamos con las pequeñas. Según los entomólogos de los votos, lo que llaman horquilla en cada una de ellas estaría al borde del empate. Roguemos a los dioses de nuestra devoción que no se produzca la igualada, porque estamos deseando pedirle cuentas a un sólo responsable, en vez de responsabilizar a varios.
En mi opinión, que vale muy poco si no se junta con las de otros, lo que influye más son las encuestas. A nadie le gusta perder y las conjeturas pueden determinar el resultado. Quizá los pronósticos debieran ser tan secretos como la intención de los votos, que se oculta cuando no se exhibe.