Llega septiembre y la calculadora para ajustar los gastos echa humo. El IPC imparable ahoga cada vez más a las familias, más aún en este mes de septiembre, con la cuesta más empinada que se recuerda. A los 120 euros de media de más para los que tengan una hipoteca en Euribor y a la vuelta al cole se añade una cesta de la compra endiablada.
En febrero de 2021, antes de la espiral inflacionista, una familia tipo tarraconense podía gastar al mes 2.435 euros, según las estimaciones del INE y el Idescat en cuanto a dispendio por hogar, y teniendo en cuenta los diferentes productos que integran el IPC. Hoy el desembolso se dispara a 2.806, casi 371 euros más al mes, y solo teniendo en cuenta la cesta de la compra, sin el inicio del curso ni la hipoteca, sujeta a incrementos si se acometen ahora las revisiones periódicas.
Lo que viene será todo un bofetón tras un verano que ha tenido mucho de ‘carpe diem’ pero también con una incipiente contención. «La gente estaba muy cansada de todo lo que ha pasado y tenía ganas de vacaciones, porque ha sido muy duro. Ha habido mucho turismo pero también se ha producido un ahorro. Han pensado: ‘Si tengo 2.000, me gasto 1.500’. Lo han hecho acortando los días de estancia, buscando otro tipo de hoteles, yendo por Europa en lugar de Estados Unidos...», explica Elisabet Ruiz Dotras, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
17 meses seguidos de subida
La inflación sumó en julio, última fecha con datos disponibles, 17 meses seguidos de subida en Tarragona, con alzas inéditas en los últimos 30 años y habituada a esos incrementos de dos dígitos. Ese valor de la vida está detrás de esta cuesta de septiembre.
Los costes de suministros de la vivienda en Tarragona se han disparado un 27%, lo que se traduce en un extra de 250 euros al mes; la alimentación se ha encarecido un 13%, es decir, más de 50 euros al mes; y específicamente la electricidad y el gas han subido un 55%. En lo que pase con esas tarifas va a estar la clave de que este otoño, envuelto en la incertidumbre y el temor, resulte peor o mejor. «Mientras la inflación no se detenga, los bancos continuarán subiendo los tipos de interés, y eso tiene un impacto muy rápido en las hipotecas. A su vez, desencadena un efecto dominó, que puede llevar a destrucción de empleo o a empresas que cierren», indica Elisabet Ruiz Dotras.
¿Qué hacer, pues? «Los miedos no ayudan a tomar decisiones correctas. Hay que saber que lo que viene es preocupante y que el panorama no pinta nada bien, hay mucha incertidumbre, la mayoría de sueldos están congelados, hay una inflación de dos dígitos...», dice la profesora de la UOC. Uno de los miedos es cómo se comporte a partir de ahora un mercado laboral que había respondido bien en la recuperación tras la Covid-19 pero que este verano ya ha empezado a mostrar los primeros signos inquietantes. «La electricidad complica mucho el panorama y puede tener consecuencias a medio largo plazo. Si las empresas no pueden repercutir los incrementos en el precio del producto, entonces, ¿tendrán que hacer reducción de plantilla? Vivimos en un momento de estanflación, de forma que pueden peligrar los puestos de trabajo», explica la profesora.
Rafael Muñoz, economista de la CEPTA, apuesta por un término medio: «Hay que procurar evitar la catástrofe pero también ese adanismo de que todo irá bien». Muñoz, eso sí, expresa su preocupación: «Estamos en un estancamiento con inflación y ese es el peor de los escenarios. No es un golpe, es una enfermedad muy diicil de resolver. Tienes que intentar mantener a los más débiles, que son los más afectados por lo que hemos llamado siempre el impuesto de los pobres. Eso no significa más cosas que más gasto público y eso quiere decir poner más masa monetaria en el sistema. A su vez, estás subiendo los tipos de interés, que es algo que viene de fuera, y estás implantando medidas inflacionarias como subsidios o poner dinero en las pensiones».
Un país «en la UCI»
En ese sentido, Ruiz Dotras recuerda que «si los productos básicos suben mucho el precio eso tiene un impacto en las personas más vulnerables» y que «una mayor subida de los tipos hará que suban los costes de financiación».
Para la docente, «el país está enfermo, en la UCI, y a veces ha subido a planta, pero ahora vuelve a intensivos», y apunta a otra cuestión: «Hay que preguntarse cuál es la sostenibilidad del país por sí mismo. Vivimos las consecuencias de decisiones de política monetaria muy laxa».
Muñoz cree que «a largo plazo, los ajustes, gobierne quien gobierne, van a ser de manual» y recomienda empezar por la propia economía del hogar: «Hay que plantearse qué hace uno para resolver su propia situación. Cada uno tiene que saber sus gastos y sus ingresos, y hacerse con un salvavidas. La gasolina ha bajado pero sigue dopada, y el efecto del Euribor nos lo vamos a encontrar». Uno de esos asideros podrá ser el transporte, con los descuentos que entran en vigor. El otro tendrá que ver con la energía. El Gobierno ha anunciado una rebaja al 5% del IVA del gas a partir de octubre.
El último revés viene de la hipoteca. El dato del Euribor ha vuelto a colarse en la vida de los hogares, casi sin avisar, con un alza que le ha llevado a cerrar agosto en el 1,25%, rompiendo todos los récord. Se trata de la mayor referencia de este indicador interbancario precisamente desde el verano de 2012, hace ahora 10 años. Para colmo, no solo se ha dado la vuelta sino que el cambio experimentado le ha llevado a pasar del -0,5% del pasado diciembre al 1,2% actual.
Los hogares hipotecados a los que les toque revisar su préstamo ya pueden hacer sus cuentas. Para una hipoteca variable de 150.000 euros (la media más cercana a los últimos datos del INE) a 25 años con un diferencial del 1% más el Euribor, y revisión anual, pasará de pagar una cuota de 550 euros a pagar 670 euros, esto son 120 euros mas cada mes lo que equivale a un desembolso extra superior a los 1.400 euros al año.