Como un autorretrato de la feminidad más descarada y feroz, desde este viernes el MAMT (Museu d’Art Modern de la Diputació de Tarragona) ha llenado sus salas del máximo esplendor de arte vivo de la mano de Mariaelena Roqué.
La artista (Tarragona, 1952), interdisciplinaria e inquieta, certifica que el arte en sus diferentes formas es una manera de expresar la propia interioridad, transmitiendo la realidad que vivimos a través de la misma subjetividad como canal de revelación, y prueba de que el ser humano no es solo materia, sino de que hay algo más vasto y esencial en él, algo espiritual.

Su obra hace hincapié en la dicotomía entre el papel de la cultura, en ocasiones pop y grotesca, la cosificación y el papel del cuerpo de las mujeres en la historia del arte, reconsiderando la museografía establecida de los espacios para crear un diálogo interpersonal que, no solo actualiza la narrativa expositiva, sino que además establece dinámicas y diálogos activos con una multiplicidad de ópticas para facilitar una nueva mirada a la mutación del vivir, esencialmente completado por el concurrente y su bagaje personal.
Se han modificado las salas del MAMT para cuestionar la norma, marcar los límites establecidos y preguntarse por qué existen estos límites, a la vez que se revisa el umbral desde donde vemos obras de arte, y cómo el espacio influye en nuestra percepción e interpretación de cómo vemos y entendemos nuestras obras y en cómo su significado transmuta y se completa tras la más reflexiva mirada humana.

La exploración casi amarga de la sexualidad es uno de los hilos que profundan la partición de la raíz creacional de la artista, de una forma que se aleja de manera abismal de lo convencional. Su obra está marcada por la iconografía religiosa que ha configurado la estética universal.
Más allá de la ya aprensiva muestra, durante la presentación, como un regalo célico, la artista y sus allegados realizaron una performance, inhibiendo todos los sentidos para crear una experiencia completamente inmersiva de conmoción penetrante; semblante a la inevitable persecución existencial que concurre en el íntimo humano, la grotesca dinámica que se estableció entre las paredes y los artífices suspendió el tiempo en una angustia atemporal conocida.

Lo desconocido, el azar y la improvisación son esenciales para entender el trabajo de Roqué, tanto su obra más física como la fotografía, escultura, diseño de vestuario, dibujo... como su presencia irrisoria cuentan con una sustancia etérea que conforma el todo y la nada a la vez.
La exposición, muestra horizontal del saber artístico en su faceta más plástica, sigue la última trayectoria del museo, motor de cambio y del discurso social que relatan sus piezas a través de virtuosas personalidades como Mari Chordà, o la más reciente Nuria Güell y su ‘feria de las flores’, haciendo del museo un altavoz de la sociedad contemporánea en su faceta más viva y cambiante, que se permitirá la inmersión en el universo de Mariaelena Roqué hasta el próximo 22 de junio.