Desde hace una semana, Marcel Ortega Martí (La Secuita, 1990) ostenta el título de subcampeón del Eric Ericson Award (Estocolmo), el certamen más importante a nivel internacional en el ámbito de la dirección coral. El premio reconoce los mejores talentos jóvenes en esta especialidad.
Marcel Ortega empezó su camino musical en la coral Els Rossinyols de Tarragona, desde donde dio el paso a la Escolania de Montserrat.
Formado en el País Vasco, Italia y Suiza, ha dirigido orquestas, bandas y coros profesionales, como son la Orquestra Simfònica del Vallès, la Orquesta Sinfónica de Murcia, la Orquesta de Cámara de Ginebra, las Bandas Municipales de Barcelona, Vitoria o La Coruña, o el Coro de la Generalitat Valenciana.
En cuanto a reconocimientos, ganó el Premio a mejor estudiante de dirección en la HEM de Ginebra, fue uno de los finalistas del proceso de selección de director asistente en el Coro Nacional de España y quedó semifinalista en el I Concurso de Dirección de Orquesta de Juventudes Musicales de España.
¿Qué cóctel de emociones experimentó en Estocolmo?
Aunque no es exactamente una emoción, he vivido la experiencia con mucha concentración. Los últimos tres meses me he preparado a conciencia, centrándome y concentrándome en el estudio, lo que me ha permitido tener un estado de conciencia pleno sobre lo que hacía en cada momento.
¿Y los nervios?
Los ha habido, sobre todo durante los momentos de espera, cuando ya sabía la hora de cada una de las pruebas con el coro. Cuando eran por la tarde, dedicaba el resto del día a prepararme, deseando que llegara el momento.
La felicidad también ha debido ser inmensa.
Cuando me llamaron para comunicarme que era uno de los tres finalistas, sentí una gran alegría y felicidad. Mi familia y amigos estaban conmigo en Estocolmo. Todos rompimos a llorar en la recepción del hotel.
¿Se siente afortunado?
Desde lo más profundo de mi corazón, me siento agradecido. Tanto mis padres como mi pareja se han desvivido y me han apoyado en todo momento para que pudiera concursar. A diario, he dedicado entre nueve y diez horas a estudiar. Donde yo no llegaba, lo hacían ellos. Me han cuidado emocionalmente, dándome ánimos y estando a mi lado. Los sacrificios a nivel personal han sido muchos. En este tiempo, he renunciado a todo lo que no fuese estudiar. He llegado hasta aquí gracias a todos ellos.
Estas diez horas diarias de estudio, ¿en qué aspectos le han desgastado?
Ha sido una carrera de fondo muy dura. Debía estudiar once obras, cada una con sus dificultades y peculiaridades. Practicar una por una no era una opción, ya que entonces el estado de la memoria y la conciencia sobre la pieza hubiese quedado aparcado después de cada una. La única solución fue estudiarlas todas a la vez. Así fue como las construí poco a poco, una forma de trabajar que me ha brindado la experiencia y la vida como músico. De esta manera, la segunda semana de octubre ya lo tenía todo preparado, después solo tuve que repasar y rematar.
«Ha sido una carrera de fondo muy dura. Debía estudiar once obras, cada una con sus dificultades y peculiaridades»
Una vez en Estocolmo, ¿cómo fue el día a día?
El concurso se centra en hacer delante de un tribunal aquello que harías como director. Sobre la base del repertorio, mi finalidad como director ha sido lograr que un grupo de personas interprete esas obras de la manera más perfecta posible. Lo consigues mediante los ensayos, indicaciones verbales y el propio gesto. Por esta razón, debes conocer profundamente las obras, su significado y escritura.
Todo esto en apenas treinta minutos.
Las diferentes fases del certamen consisten en ponerte frente a un coro durante treinta minutos con una obra en concreto y ver cómo gestionar su talento y el conocimiento que tienen de la obra para ir más allá. Así fueron las dos fases de la semifinal, mientras que la final consistió en dos ensayos, también de media hora, con el Coro de la Radio Nacional Sueca. Actuaciones que deben reflejar la conexión que has conseguido establecer con el coro. Para mí, fue un verdadero placer.
Como músico, ¿qué le une al espíritu de Eric Ericson?
La exigencia y la voluntad de hacer las cosas bien, además del amor por el mundo coral. No es una cuestión de pura perfección, sino de belleza, es decir, de conexión con las personas a través del hecho artístico.
¿Cuál ha sido su secreto para conectar con el Coro de la Radio Nacional Sueca?
Es una cuestión de oficio. Evidentemente, a través de tus aportaciones e indicaciones, orientas a los miembros del coro para que terminen de profundizar en su propuesta sobre la partitura o se acerquen a la tuya. Entonces, es algo que hago de manera inconsciente por mi carácter, manera de decir las cosas y de mirarlos.
Mantener el contacto visual con los miembros del coro es importante.
Sí. Por esta razón, tenía todo el repertorio perfectamente estudiado. Mientras les dirigía, no quería mirar la partitura, sino mirarles a los ojos y que ellos también me estuviesen mirando a mí. Esta actitud corporal hizo que, entre todos, hubiera una mayor conexión.
Certámenes como el Eric Ericson, ¿cómo contribuyen a poner en valor el legado coral?
Más que algo que atañe a los concursos, es una cuestión de país. En Catalunya existe una tradición coral de 150 años, por lo que a nivel social y político debemos creer que los coros forman parte de nuestro ADN. Hay muchas personas que, día tras día, hacen un gran esfuerzo para que el mundo coral sobreviva y siga vivo.
«Hay muchas personas que, día tras día, hacen un gran esfuerzo para que el mundo coral sobreviva y siga vivo»
¿Cuál quiere que sea su contribución para que este legado continúe adelante?
Seguir haciendo mi trabajo humildemente. En el plano profesional, donde me inviten a trabajar, seguiré transmitiendo mi amor por la música, en general, y por el hecho coral, en particular, así como por la excelencia y el detallismo. En el plano amateur y juvenil, a través de las clases que imparto, intento que los jóvenes y las personas conecten con la tradición coral de manera especial para que les acompañe el resto de su vida.
¿Este es el verdadero objetivo de un músico?
Necesitamos una sociedad en la que la música nos acompañe toda la vida, ya sea como músicos activos, profesionales, amateurs, oyentes o melómanos. Todos debemos avanzar en esta dirección y sentir que la música forma parte de nuestro ADN.
Esta edición ha sido su última oportunidad.
Cierto. El Eric Ericson Award, que se convoca cada tres años, potencia el talento joven y el límite de edad es de 35 años. Este año he cumplido los 34, así que la próxima edición, en 2027, ya no podré participar.
A los futuros aspirantes, ¿qué consejo les daría?
Que no dejen de intentarlo y que pongan toda la carne en el asador. Deben remangarse y estar dispuestos a ponerse de barro hasta los codos, pase lo que pase. Cuando tengan una oportunidad como esta, deben aferrarse a ella con toda la disciplina y entrega posibles, sin miedo al fracaso.