«¿Educación sexual?... Yo recuerdo una vez que nos regalaron condones... Y cuando estábamos todavía en el colegio que nos dieron una charla explicándonos los cambios de la pubertad en el cuerpo y todo eso... Creo que hubo una charla más en el instituto pero justo ese día yo estaba mala», explica Irene de 16 años.
Irene estudia primero de bachillerato, así que el curso pasado ya superó la educación obligatoria. Apenas consigue recordar tres ocasiones a lo largo de toda su vida escolar en que se haya abordado le educación afectivo sexual en la escuela o el instituto.
Es la hora del patio y las compañeras que están a su alrededor asienten. La expresión ‘educación sexual’ la asocian enseguida con la serie ‘Sex education’ de Netflix (la trama va de un chico que tiene un amplio conocimiento sobre el tema del sexo, porque su madre es sexóloga y abre una especie de consultorio en su instituto junto a otra alumna).
Que la educación sexual les suene a ficción no es de extrañar si se tiene en cuenta que según el informe «Igualdad y violencia contra las mujeres en la adolescencia en España. El papel de la escuela» del Ministerio de Educación del año 2021, el 48,4% de los adolescentes no ha recibido educación sexual en sus centros educativos.
Un arma política
Los últimos casos de agresiones sexuales entre menores han reabierto el debate sobre cuánta y qué tipo de educación sexual reciben niños y adolescentes. En algunos de los casos los hechos tuvieron lugar en los propios centros educativos o terminaron poniendo a agresores y a agredidos en la misma clase.
La agresiones entre adolescentes no son casos aislados. En la demarcación de Tarragona cada dos días hay una agresión o abuso sexual contra un/a menor en la provincia. Este tipo de delitos se han duplicado en apenas cuatro años.
A propósito de estos casos el propio Conseller d’Educació, Josep Gonzàlez-Cambray, argumentaba hace unos días que «la escuela no deja de ser un reflejo de la sociedad» y señalaba que quiere «acelerar el despliegue del programa ‘Coeduca’t’» para reconocer y aportar soluciones en situaciones de violencia sexual.
Y he aquí una discusión interminable y politizada: ¿dónde termina la potestad de la familia y comienza la de la escuela?. Sin ir más lejos en octubre del año pasado Vox señalaba que el Coeduca’t era un «programa de sexualización infantil promueve la masturbación entre niños de 3 años»
Mientras, con el asunto familia-escuela por dirimir, todo depende de la buena voluntad y el interés de directores, profesores o asociaciones de padres. En los institutos se organizan charlas normalmente con personal externo y ñas dictan desde enfermeras a asociaciones o las ofrecen los propios municipios.
Dos horas para reflexionar
Paula Caro, técnica de promoción del Punt Lila del Ayuntamiento de Tarragona explica que a principios de curso ofrecen sus talleres de formación sexoafectiva a los institutos «y nos encontramos con muchísimo interés, sobre todo este año».
Relata que cuenta con dos horas para hacer reflexionar a los adolescentes (14 a16 años) sobre asuntos como las conductas tóxicas y los tipos de violencia, incluida la violencia digital.
Una de las dinámicas que hace para conseguir que los chicos se impliquen es un barómetro en el que se tienen que posicionar frente a frases como «si me caso pertenezco a mi pareja» o «necesito tener las contraseñas de mi pareja en redes sociales para confiar en ella».
Con todo, reconoce, las dos horas dan para lo que dan «y, de año en año raramente coincidimos en las mismas clases...Es un tiempo muy limitado así que intentamos generar la máxima reflexión para que después de que nos vayamos le den un poco de vueltas al asunto».
Aprovechan además para ofrecerles información sobre dónde acudir y les recuerdan, por ejemplo, que el Punt Lila también está en el Quiosquet de la Rambla Nova los lunes miércoles y viernes de cuatro a ocho de la tarde.
Charlas ‘bolet’
Lluís Romero del área de salud de la Oficina Jove del Tarragonès coincide con Paula «con charlas bolet de estas que damos de año en año» no vamos a ninguna parte. «Con el acceso al porno la hipersexualización y la cosificación están a la orden del día», dice.
Y no va desencaminado; entre los 8 y los 12 años se accede por primera vez a contenido porno en España según la fundación FAD Juventud. En las piezas que ven el 88% de las escenas son violentas y el 94% de esa violencia está dirigida hacia la mujer.
En este contexto Alex Fernández Pino, del colectivo H2O, que también ofrece charlas en institutos, cuenta que les toca tratar de abordar conceptos clave como la autoestima, los límites o el consentimiento.
Lluís reconoce que entre los alumnos se encuentran «con los mismos extremismos que en la calle. A veces te encuentras con comentarios como ‘aquí vienen las feminazis’ o hablan de ‘adoctrinamiento’». Alex cuenta que en un instituto un joven (sobre quien el ex director le advirtió que su familia era de ultraderecha) se dedicó a sabotear íntegramente el taller.
Basarse en la evidencia científica
Oriol Ríos, profesor de Pedagogía y responsable de Educación Social en la URV, da clases en los grados de Educación Infantil y Educación Primaria, donde forma a los futuros maestros sobre la violencia de género y la prevención de la LGTBI.
Asegura que el asunto hay que enfocarlo desde lo que dice la investigación científica internacional que funciona. «A veces se piensa que introduciendo una asignatura o trayendo a un experto que de una charla lo vamos a solucionar», dice, pero no se trata de un tema curricular, «sino de cambio de las interacciones en el aula, de a quien valoramos, a quién elegimos para tener como amigo, a quién elegimos para tener una relación...» Señala que no es algo para lo que baste un momento sino que los profesores continuamente deben tener «puestas las gafas para ver cómo se tratan sus alumnos en clase, cuáles son los modelos que les resultan atractivos... Los menores interactúan y construyen su identidad día tras día». Se trata, dice, de estar atentos no solo en la clase, sino en el pasillo, en el patio... Para ver «que esas interacciones sean saludables, que estén basadas en el valor de la igualdad, de la bondad y el respeto».
Respecto al dilema de cuánto debe enseñar la escuela y cuánto se debe dejar a la familia explica que usar la educación sexual y de género como arma arrojadiza es un error. «La buena educación sexual no tiene que hablar de la instrumentalización de sexo, sino de aprender a quien escogemos para tener una relación o de profundizar en los sentimientos y eso creo que alguien de cualquier ideología lo puede respaldar... No va de enseñar a poner un condón, que esto lo pueden encontrar en YouTube, sino de por qué a alguien le gustan las personas que les tratan mal» ejemplifica.