Es la historia de Josepa, pero podría ser la de cualquiera a quienes la Guerra Civil truncó sueños, esperanzas y vidas.
Una historia que como muchas, como miles, hubiese quedado en el olvido por el silencio, el miedo durante décadas a recordar y a hablar.
Y quien olvida y no tiene ni memoria ni biblioteca digna y no escrita por vencedores, está condenado a repetir sin ser consciente de que sus luchas, inquinias y venganzas y a estaban inventadas. Y sufridas.
La búsqueda
La vecina de Calafell, Sílvia Martínez, residente en El Vendrell, ha recuperado la historia de Josepa Puig Rull, la Pepeta, como la conocían todos en la familia. Incluso la Pepeta firmaba así los documentos.
La Pepeta era bisabuela de Sílvia. «Pero en casa, en la familia no se hablaba de ella». El tiempo impregna de un pátina a historias, personas y recuerdos. De la Pepeta sólo se sabía que murió.
¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué? Cuando esas preguntas germinan en la mente no dejan de agrandarse. Y hay que intentar encontrar respuestas. El olvido es una segunda muerte. Muy injusta. Silvia tenía que encontrar respuestas.
Partía de la nada, de sólo un nombre. Así que recurrió al Registro Civil, al Arxiu del Garraf (Pepeta tenía origen en Vilanova)... A través de unos parientes lejanos a quienes comentó el rastreo abrieron otro camino.
La bisabuela podría haber estado ingresada en un psiquiátrico durante la Guerra Civil. Unas instituciones que en aquella época tendrían más de funesto que de asistencial.
Pero ¿cómo habría llegado la Pepeta a ser ingresada allí? Ella que había demostrado coraje y tesón trabajando en la fábrica Pirelli por lo que recibió la medalla por los 25 años de dedicación.
Había que recuperar la historia. Que es la de miles que sufrieron la crudeza la guerra.
Pepeta quedó viuda en 1935 con tres hijos. De ellos dos tuvieron que ir a la mili y posteriormente les pilló la guerra. Pasaron 6 años fuera de casa en campos de concentración. Pepeta quedó con un niño de once años a su cargo y con la inclemencia del conflicto segando vidas.
Sílvia Martínez inició un rastreo por archivos de instituciones psiquiátricas. Nada en el manicomio de Sant Boi. Tampoco en el frenopático de Les Corts....
En el Arxiu Municipal Contemporani de Barcelona, Josepa Puig Rull consta como difunta. «Yo tenía un documento del padrón de abril de 1936 en el que firmaba la bisabuela», explica Silvia. Tenía que buscar a partir de abril del 36.
Seguía la búsqueda que empezaba a rescatar del olvido a Pepeta. Un acta de defunción del Ayuntamiento de Barcelona data del 6 de diciembre de 1937 y que «murió en el municipio». Con esos datos la consulta se trasladó al Ministerio de Justicia.
La respuesta fue rápida. Por un lado recuperaba una memoria olvidada. Por otro, demoledora. Pepeta falleció en el manicomio de Sant Andreu «por asfixia por colgamiento».
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A Sílvia se le agolpaban imágenes en su cabeza. Del dolor y desesperación que pudo sentir Pepeta para ese final. Y de la enseñanza que debe quedar para hoy. A todos. Que el olvido condena a una sociedad a repetir los errores.
«Descubrir cosas me iba acercando a una bisabuela que no conocí. A la persona sin la cual yo no estaría aquí. Es como recuperar a un familiar que no tenía». Viuda, mujer, en la guerra... «Debía recuperar su memoria. No podía quedar en el olvido».
Dos hermanos
Pepeta tenía dos hermanos. Quizá fueron ellos quienes la ingresaron el psiquiátrico y criaron al hijo pequeño. Pepeta murió un diciembre de 1937
Tras la muerte de Pepeta, fue enterrada en el cementerio de Montjuic, en una fosa común. La Fosa de la Pedrera.
A medida que Sílvia rescataba historias, fechas y momentos lo explicaba a la familia. «Todos nos sorprendíamos. Nadie había pensado en ella en todo ese tiempo. Ahora la familia sabe que la Pepeta merece que todos la recordemos.
Quedaba un homenaje. La madre de Silvia dijo que quería ir a poner flores en aquella fosa. No ha tenido tiempo.
Lo ha hecho Sílvia junto a su hijo. Por ella, por toda la familia. También por todos para sacar del olvido a las víctimas de la guerra, de la injusticia.
«Ahora tenemos un lugar en el que dejar flores a Pepeta». La Fosa de la Pedrera es una gran explanada donde reposan muchas personas. Sin identificaciones. Pero allí están. «Por lo menos un lugar donde recordarles».
Sílvia Martínez reflexiona sobre quienes buscan o se planteen hacerlo a alguien. «Que no piensen que no encontrarán nada, que no lo den por perdido. Hay mucha información en archivos... que lo intenten».