El músico australiano Nick Cave, acompañado por su banda The Bad Seeds, ofició en el Palau Sant Jordi y en WiZink Center de Madrid una misa musical de más de dos horas, en las que presentó casi al completo Wild God, su último trabajo, y ha repasado los mayores éxitos de sus más de 40 años de carrera.
El cantante se plantó sobre el escenario con un traje a medida gris y una corbata a juego con su negra melena engominada hasta la nuca, y, como si fuera un pastor, reveló la palabra de Dios a través de Frogs, Wild God o Song of the Lake.
Escoltado por un coro de mujeres vestidas con una túnica blanca y por sus inseparables The Bad Seeds, Cave recibió la primera gran ovación en Barcelona, al cantar O Children, una canción que compuso hace 22 años y en la que se disculpa con esos «niños» por todos los errores cometidos por las generaciones anteriores y los anima a alzar su voz ante tal situación.
Pese a sus 67 años, el australiano se movió con energía sobre el escenario, sosteniendo el micrófono y dirigiéndose al público cuando Jubilee Street lo demandó y refinando su melodía con breves aproximaciones al piano en mitad del caos que organizan sus «malas semillas».
Este mismo desorden sonoro es el que recogió From Her to Eternity, en el que casi suena un llamamiento celestial entre el estruendo de las guitarras, el bajo, el violín y la batería. Cave, sentando en el piano, canalizó todo lo sagrado del rock por medio de Long Dark Night y Cinnamon Horses.
La implacable voz de barítono del australiano, rota cada vez que Cave se desgañitó como si aún fuera un chaval actuando en un antro cualquiera, es el más sincero homenaje que puede hacer a Elvis mientras canta Tupelo en honor «al Rey».
De nuevo al piano, aunque levantándose para recordar en Conversion lo «hermosos» que son sus fans, Cave encandenó las preciosas Bright Horses, Joy y Carnage, y enmudeció a los fans españoles con su solo de I Need You. Dos shows a la altura de una estrella.